domingo, 19 de mayo de 2013


Camila E. Ossorio Domecq



  Escenarios:
De Rito y Retorno a  
Posmodern        

                            Transmutación

Existió desde siempre. Se asomó por fin a concretar lo planeado
después de lidiar con eternas magnitudes efímeras, instantáneas,
sin límites ni tiempo.
Desde el vientre del universo, la creación nació, trayendo
a la vida hasta entonces esotérica y espiritual
como un sentir tangible y dinámico con estímulos y tiempo,
y que reaccionaba plena de variaciones y deseos, de sobresaltos
y de esencia perdurable: el Hombre y su ser.

Existir, ése era ya el punto concreto.
La indivisibilidad entre los hombres y el afecto
los indujo a no vivir en soledad.
Entonces, como aislados no podrían nunca amar,
por el propio amor se unieron entre sí,
y se fundaron en una idea irrebatible por surgir
y surgieron y forjaron con esfuerzo la Unidad.

Pueblos fuertes, gente nueva con creatividad y lucha,
fue la que paulatinamente, mediante el orden progresaba;
la justicia divina se rebelaba ajena
a las múltiples opciones que las culturas brindaban,
y que fueron ocupando y enclavando en cuerpo y mente,
los emblemas y las leyes, y los valores del alma.

Y una estrella mágica, de pronto, a lo lejos
brilló deslumbrando a cuanto pudo y quiso.
Y esa misma luz que traía regocijo,
a velocidad mediana se comenzó a transformar:
su luz blanca y brillante había opacado los caminos,
la fe de los hombres se esfumaba y se perdía
el pueblo heterogéneo demostraba rebeldía...
la unidad de ese pueblo amenazaba con quebrar.

Y entonces cayó, como piedra al vacío
la verdad irrefutable, la oscuridad siniestra;
se cambiaron los nombres, se hablaron otras lenguas
y los hijos de todos fueron iguales a nadie:
categorías y razas en una sociedad nueva
se mezclaron verazmente, enrareciendo el aire.

Se cambió también el rumbo de un continente sereno,
pues los sueños y los rezos apuntaron a otros lados
más lejos que la línea horizontal del mar cercano
más allá de donde brotaba la fantasía,
la realidad de ayer entonces nacía:
<<Pachamama>> era ahora  “el Continente Americano”.

Y se enraizaron al pleno sentir desprevenido
la evolución y el progreso, la dinámica y el cambio,
otra historia a crear, otros juegos inventados,
otros hechos que sublimes, parecían cuentos de hadas
quedando por siempre en la gente, el idioma que hermanaba
y que la tierra incorporó disponiéndola en sus cantos.

Y gimiendo como un leño al crepitar ardiente
sonriendo con la imagen de la esperanza al llegar
se irguió delante del mundo una tierra diferente
la fusión de nueva gente, la vital fuerza de andar...
Sucedió así la historia de un nuevo continente
del que América es su nombre: su reseña, libertad.
                                                     


Rito y Retorno
Se anuncia. Al barrer las viejas costras
del árbol nuevo
incipiente creación misteriosa:
el brote del germen siendo

a llamadas no funestas, sí con bríos
con la explosión aliciente
con la argo-luna creciente
y el sueño tras bajo velo.

Melancolía infame el encierro,
fugaz, permanente, inicuo
caudal de fuego artificio
pasos de un solo juego.

Se anuncia, y ya se acerca
se acerca sola:
amparo simple es su sosiego.
Viajera andante en recurrente andamio
son sus prisas directriz del pensamiento.

Y en el Karma omnisciente y siempre etéreo
fustiga con pandemias circulares
arremolina en inicios ya rituales
una vez más caídas en desierto.

Cae la noche y va sembrando
en el maíz entrañable
en la cornisa inviable
en desvanes sempiternos

paisajes solitarios y gestantes matrices
engendrantes matrices de humo gris y desconsuelo.

Sigue recorriendo, andante de las noches,
los espacios vacíos de tu imperio.
Gran monarca de los árboles del bosque
van barriendo costras viejas vientos nuevos.

Y hay direcciones vejadas...
son fortuna del destino: el desconcierto.
Va brotando como en génesis parcial
nuevamente el desarraigo de lo presto.

Es, se anuncia llamativa
la llegada de este embrión...
el enunciado embrionario de un regreso.
Se siente hasta tanto embrionaria la expresión
del retorno de la vida, de la vida en viro eterno.

                                  


Vanessa
El matiz de la penumbra amortiguada en la piedra
se despliega irreverente azul-grisácea y muda.
El surco irregular bajo sumisa bruma
descalza a las figuras de su eco que resuena.

Humedad del reflejo que a los muros despeja
de las voces tendidas en estares de fuga.
Las cantinas invitan al resguardo sereno
de las noches en pleno -son guaridas ocultas-.

Y ella reía fuerte. Y callaba, mirando...
y reía más fuerte su estaticidad de volcán.
Fulguraban blanquecinas las lámparas del techo
y la cantina vibraba a la luz del ventanal.

Y ella se pensaba naufragando en los puertos
cuyos enseres plenos la vil matriz emplea
los hijos de una noche, de la vida sin cabos,
y de Cristos desvelados -tras crujientes puertas.

Y ella reía fuerte. Su fe y su fatiga
emplomadas junto a ella - sin contorno ni color.-
Y acepta el fuerte trago que el débil pulso arrea.
Y tras su ligereza sorbe el tiempo con limón.

Y fraguando los impulsos del instinto ralo
fracturando los pedazos de espacio y escondrijos
arrebata a sus penas su incólume acertijo...
un beso -así lo quiso- y “por favor, que sea otro trago”.

Ya de pie atisbando el relincho del deseo
mide estrechos cercos entre mesas y sillas
y mira las baldosas -amanteladas cuadrillas-
y apaga las cenizas presionando el cenicero.

Y el matiz de la penumbra amortiguada en el suelo
se despliega irreverente, e insinúa sin prisa
el peso paso orgánico -trapisonda y pitonisa-
y exaspera madrugadas de disrritmias y de acuerdos.

.....
Se levantan de un espasmo el colapso de los cuerpos
-ya se quiebra el momento de quietud recalcitrante-
Institutriz agreste de andares ajenos:
es tu puerto -anclaje eterno- arrebato de un instante.


El Regreso
Fue así que del polvo al cuerpo transmigró...
fue la fuga disipada del centro certero
del árbol sin raíces, de la voz sin tono,
de registros sin calco, de pasados desvelos.

Fue cercenada fatiga montada tras la acera.

...alumbraban los faroles...-las canciones estridentes-...
encallados en la cera -( punto estanco el del ausente)...
Dibujados en la acera, la vidriera preparada
(Punto estanco el del ausente) -una imagen más que clara.

Y hubo puertos que ensoñando así las noches y los días,
no flanqueando las señales de la ecuestre mar en celo
ni el aroma de las sales; del laúd se profería
un acorde imprevisto: Punto Estanco el de los muertos.

Y la vida traspasó las carencias del pre-nombre.
De las pieles que los cuerpos han llamado.
Su figura que del polvo y del pre-nombre se han formado,
de los rítmicos balances sin la Cruz y sin Poniente.
Punto Estanco el de las venas que se henchían
-la violencia embarcada tras las huestes de sus sexos-.
Ausencia ocre de fatal alevosía
de aquel libro absorbido tras el mimbre de los dedos.

Y de la mano doliente; y de la Luz de Aquél que hoy
-otoño allá en la hacienda que se enciende-
como ramas en la puesta de la luz de aquel farol
ese otoño desterrando las carreras incipientes.

A la entraña de esos nombres, a las pieles,
a la vista observadora - la del perro cimarrón-
esa que se agudiza, clara, muestra, agota, vuelve;
se encarama a la salina gris de un pantalón
se encarama a las obtusas piernas que se pierden.

Y vuelve a las colinas de los ratos abrasivos
vuelve a las colinas del farol que el Facto enciende.
Vuelve, y esos lechos sin aletas y sin brazos
vuelve al centro -el retorno del hogar, columna indemne-.

Y azuzando los afluentes de ese río que nadó
nada el río, nada el fuego, nada el viento, nada el muelle.
Nada el sexo, nada el fuego tortuoso del pantalón
acusando a la fatiga de la seña ya creciente.

Vuelve.
Desaparecidos
                 tras el cierre del farol.
Vuelve.
            Y lo encienden.



                                   Las Reas

Las Reas

Una voz ajena, que es hilo de tanza
embriaga las ansias del roble penitente
el canto distinguido sobre árida pendiente
olvida y lleva a cuestas la piel de las andanzas.

Y a cuestas lleva, la displicente vista
del punto orgánico terroso
a la maraña oceánica
son tantas las promesas, y la carrera, incierta,
y el paso que despierta ya persigue y no desanda.

Y es en vibrante canto en que presencias lejanas
rasgan con fiereza la distancia ignota.
Sonríen ya ilusas, las reas encercadas
encallando en la piedra los rasgos de sus horas.

Se afincan trillados cascotes enjutos.
Se rozan con la bruma trozos de vanidades.
De aquellas carnes blandas que arguyen necedades
se lavan la sangre cuantiosa en su culpa ...

Las espuelas se clavan al relincho salvaje
de la libre cintura ensillada con fuego.
El galope del aire es escondrijo del vientre
que crece y se retuerce y baraja los miedos.

Y en renuente litigio,
                               las pezuñas marmóreas,
afianzan la bravura
                          de la pincelada al cuadro .

Pintan de hartazgo la estopa ,
                                         esas ilusas reas,
que deambulan por la arena,
                                   y se herrumbran entre norias.

Y que esculpen con sus manos
la mirada  brillante
el fragante elixir de los mares incestuosos...
y que surcan los espacios de la piedra caliza:
su andamiaje es, ya sin prisa,
la partida y el retorno.
                                                                      


La Espera

Un sillón de tres plazas que está junto a la pared.
Almohadones de encuentro en desorden extático.
Y sus finas capas de tela de entramados
con los bordes rasgados...

El sillón de tres plazas que permanece indemne
y chalecos de cuero respaldando su aplomo
inmutables cordones aseguran la guarda
enclavando su talla, abrigando el reposo.

Y solo voces solas llaman, salientes postreras
de la luz de la sala, del intacto recinto.
Son los cuadros del arte, de los tantos matices
que la grima del iris escudriña sin tino.

Y una marca de apego, una risa, el resabio
de enclíticas miradas... la garganta inquietante.
Una lucha en un muelle contra vientos tranquilos
y en la estera de pinos, la explanada brillante.

Retiemblan gruesos labios de alfalfa y de musgo
y el garrote –tenue látigo- azota bravío;
motín en las tranqueras –la manada salvaje-
y los fuelles azotando airosos molinos.

Diestras manos deciden, sin lujuria ni encono.
Diestras manos que arriendan aire henchido de bramidos.
En los círculos de doma las criaturas empolvadas
agitando agobiantes sales, vértigo y casquijos.
En el centro de la sala, estancadas las huertas.
A través de la sala, los andares esquivos.
Y una espera calma, no arremete ni intriga.
Es inercia, es fatiga... es espera y es tanta...

Y el reloj no se para. Es que tras las cortinas
esas voces que llaman, su certera premura...
y los ojos clavados como en tenue vigía
de una sala vacía, y un sillón, y pinturas.





Ellos
Alguien se retrajo al mirarla de cerca.
No pensaba ni creía.
Las gotas transmigraban en la esencia del viento
azotes turbulentos de miradas sombrías.

Alguien -se diría- que al mirarla de cerca
cualquiera en un momento, impronta de un lugar,
afirmaría al irrupto infrigir de su hombría
las salidas tardías del intenso temporal.

No faltaban al mármol de su aire impetuoso
promiscuos laberintos de tierra y de fuego;
elemento del agua, que viva fluye y corre,
elemento del tiempo que fracciona el regreso.

No buscaba ya riñas a los alrededores
flanqueaban sus orillas ardides austeros,
referentes de olvido que en edades tempranas...
desvarío casual de los giros eternos.

La miraba de cerca -como entonces decía-
penetrando un submundo de compuertas abiertas
los detalles del cuerpo asomaban al aire
y la vista y sus manos aguardaban serenas.

Y el arrojo del tacto en su cuello despierto
y el placer de unos besos en la oscuridad
y la lluvia insinuante elevando sus rostros:
dos efigies, dos monstruos, dos llamados a amar.

Las antiguas liturgias de los centros lejanos
los constantes desdeños a los mitos de entonces
las insignes victorias de los retos velados:
cotidianos andamios despojados de voces.

Con las horas, el estío -reposo de lluvia-
brilló, al brillar la primera madrugada.
Ellos dialogaban. No había voz. No había rezos.
Ellos eran dos. Eran uno. Eran todo. Eran nada.




Tratado sobre la muerte del ángel

Nació ayer.
El día inaugural,
el segmento simple.
Breve día.

Premonición...
Acento ducho...
Acechanzas –ha arrojado.
Amenaza muda, sombría.

Muerte hacia el futuro de los que han sido alguna vez.
Muerte del presente de los que de poder no han sido.

N o -e s- n a d a.

Viene y se persigna frente nuestro.
Lleva en su mano
el Pater Noster.
Habla del oráculo,
de su necesariedad,
de las efigies de Egipto,
del azar y la rupia;
de los designios causales.

Habla de la aventura del cautiverio.
Habla de lo inexplicable.
Habla de manjares vacíos
y de estómagos prominentes.

Habla del ritual de la salud
y la aspirina.
Habla de la higiene mental y
de la cura de sueño.

Habla del miedo. Del terror a estar solos
-alguna vez-
sin la voz materna,
sin la caricia de aquél que engendró,
o el amor del hombre que
fiel al tiempo es uno,
de los honores del cuerpo
a través y dentro de él.


Habla del incesto,
del conjuro a la nostalgia,
-presos de la enfermedad
de lo insoportable,
de la pérdida,
del juego que antaño
hacía alegres a muchos.

Ellos escuchan.
Ambos en su paso
procurando desviar la cornisa.
Será otro el principio.

Trinos se oyen por ahí.
A lo lejos, el vuelo del niño.


El auto (marchando) hacia el fondo

Es juego de luces tenue

Es sombra de luz naciendo

Es árbol –matriz y credo-
Que juega entre las miradas

Momento de angustia helada
Tan dentro de mí latiendo
Es súbita cruz e incierto
El ámbito azul –morada

De empecinados aciertos
De cruces de asfixia, raras
Motrices –mil pensamientos
De luces sin sol –privadas.

El auto va ya partiendo.
La tarde progresa en calma
Es súbito, también, infierno,
Que quema la cumbre helada.

La nieve va derritiendo
El puerto –anclaje del alma.
La nieve se va derritiendo
Dejando el alma en la sábana.



Después...
 El ritmo del paso ausente
que abre fuego y dispara
y clama por santa Clara
y ríe con todos sus dientes
y finge austeramente
mostrando toda su calma
ahuyenta, irrisible y clara:
su mano, perdiendo advierte.

Y llora con gran deleite
de su propia indefensión
que sufre su gran delirio.
La sufre en su propia voz.
Y clama como tirano
que ya relegado en sitio,
-que, como quién no lo quiso:
perdedor de título y voz,
ahoga su entraña feroz
en paños, miseria y frío.-   

Decires sin lengua lleva.
Callado, esperando tregua
olvida el falso clamor
ostenta y augura voces,
muere como un gran señor.
Existe de a dos en dos,
allá donde el fuego enseña
cenizas de seres plenos
cenizas que son condena
llevando la muerte ajena
siempre hacia el mismo rincón.

Desechas, ya las cenizas.
Adónde decir adiós. 



















La Escena
La lectura de los labios viperinos
callando y mascullando a la entrepierna de su amante.
Configuran irrisorias tolderías de enanos.
Del sanatorio para huérfanos, y locos, y corruptos delincuentes
reconocen el terror de la injusticia. Son ellos.
Pobres rapaces mercaderes del temor.
Allá arriba, misericordia, acompañando sus desganos;
sus temerosos labios actualizando su desgracia
al llanto y al decoro hiperbólico
de sus penas. Inermes.
Pobres, pobres.
Que el gran Dios los acompañe.














Entonces
Para qué me sirve este poema
de carruajes antiguos
y doncellas que esperan
y príncipes que dan la vuelta al mundo en botines, o en caballos o
en antorchas de fuego prendidas
resistiendo al viento bravío del norte...

De qué me sirven las exiguas carreras y los puntos originales
y las matrices de función resignada...
De qué me sirven si entrando por la puerta mayor, habitando esta tierra,
los parajes anteriores de las calles en que internada fui se me resisten, agobiados,
a una cruz interior de intensos comentarios...

Esos carruajes con caballos de fuerza que inspiran
(función inédita de la novela)
a no pisar el barro
y a continuar por pedregosas calles hasta encontrar
la salida
al gris azul de la empinada senda.

Y continuar por aquel tránsito anodino de viboritas y cascabeles
hasta al fin reparar en la senda del árbol indicado a la cruz.
El que repara bienes de entraña
el que cose insignias en el pecho,
el que repara la salud:
aquiescente aquel caminador de fortuitos emperadores.

Un vaso de agua. Un trago.
Un vaso de agua,
inmutable...impasible...
puede lograr la revolución.
¡Agua camaleónica en estados!
¡Falta y sobra de pasión!
Consistente en esencia.
Solo un vaso. Uno.
Y el agua fluye, viva,
y exaspera y llora
híbrida y guerrera
nauseabunda o en vitreaux.
Un vaso de agua. Un trago. Uno.
Solemne...inquieto...
es revolución.



Una vez más
(a mi mamá, Susana, por su amor hacia esta poesía en particular, y por su condición antitética y contrastante con respecto a María).
María lava la ropa
en el lavabo de atrás.
El imprevisto lavadero consta de
la canilla y un singular
trozo de manguera
descolorido e impregnado
color terracota.

A cada acto enjuaga, exprime
y vuelve a lavar, retuerce
hasta que la prenda
quedó húmeda y la
cuelga del alambre pendiente
de clavo a clavo.

María lava, y mientras lava
reconoce que su mundo es
más que lo que pudo añorar:
es la princesa de un rey que
la piensa y la nombra,
que le dedica temas por la radio,
que le trae a colación escenas
de vídeo por la tele...

Ella sabe: él la ama
pero mientras sigue exprimiendo ropa
y busca en la alacena
dos saquitos de té
(uno para ella y otro para él)
ella bebe y él no,
y exprime la ropa y la deja secar
y terminó con la serie de
secuencias húmedas, una tras otra,
y hasta todas a la vez,
y resbalan sus manos la taza
que embriaga y ensalza sus emociones.

María lava y al lavar
la radio le indica
que el tema es para ella
y que ella princesita
y él rey
están juntos por enésima vez
de una vez por todas
y sobre todas las demás
que siguieron siendo una y otra,
otra o una, a cada vez,
o después de todo quizá
u al revés de todo también
juntas todas
y de a una a la seguidilla
y por consecución.


La hora
Miró el reloj.
Eran casi las dos de la tarde.
Quince minutos la separaban del tiempo real.
Era verano y tomó su abrigo.


En velo
Un bar
            de medianoche.
Las luces
            que se apagan.
Tu voz
            sigue gimiendo.
Firme.

Ya mañana
la causa será otra.
La prisa, esa loca
Un riel de hilos, fatua...
Aquella, la sonora
voz que instiga y te acomoda
a la silla, instancia calma
de tu ausencia.

¡Dios, suelta las riendas
las sombras, que a tientas
tiñen gris, esta mañana!




Response  
No esperaba más respuesta. Y es la tuya que ha invadido
(razones no tiene el cuerpo- laúdes tendrá el vacío)
la privacidad de mi alma, el séptimo velo de Dios.
Será mi actitud un don: revelaré tu ignorancia.

Crees por ventura ganancia, en acumular esos brazos,
se multiplican los pasos, que dirigiste una vez.
Si por casualidad no ves, ni tu voluntad lo permite
el gran amor que perdiste, que no volverás a ver...

Si por casualidad no ves, que heriste lo más sagrado...
y luego cual desandando, todo un camino hecho a pie,
dejaste de ser aquél que un día hubo invocado
denigrando lo pasado, que fue tu escalera al tren.

Y ahora tu cuerpo helado, grita pidiendo auxilio,
voltea otra vez, ve el sismo... que ocasionó el desamparo.
Ahora es cuando tus manos, escriben mensajes, lloran, 
manejan poder, pero obran, con la cobardía de antaño.
  
Y ahora cuando el recaudo, no tiene palabras tampoco,
pues cerrado está a tu enojo: soberbia es tu desengaño.
¡Y aún creía tu mente, que yo te iba a seguir!
Tan lejos estoy de tí... y tú me recuerdas tanto... 

Razones que tiene el alma... las debieras explicar.
Sólo palabras nomás... - de facto ausentas tu encanto-.
Tu usual cobardía no engaña, presente está adónde vas...
y gran elocuencia la tuya: estar en dónde no estás.


La Mano
Llamé a la puerta tres veces.

Me contestó tu voz, vacilante,
entre noctámbula y desierta.
Sentí entonces mis respiros, y la puerta,
o cerrada, o entreabierta, se abrió.

Verte despacio. A la luz de la sala.
Descubierta, tu cara; sólo había  vacío.
Explorar ese sitio en que todo se aclara...
Era noche. En tu voz sólo había delirio.

Y si algunas caricias pueden desentonarte...
si unas lágrimas limpias humedecen mi mano...
si esa morada augusta calla cuando te hablo...
si tu intrépida marcha es circunstancia de a dos...

No te aflijas. Sí mira cuánto hay de mañana
en la tristeza infiel de quién se ha equivocado.
En la vida hay designios que a menudo maltratan...
y que llevan el alma entre espinas y llantos.

Desde el sillón, sentado, procurando distancia
se rompe un manto blanco de salinas y de fuego.
Y acercando ésos, mis pasos -que se juntan con esmero-,
delineo el sentido de mi cuerpo entre tus manos. 

Y enhebramos nuestras rezos, los conjuros, nuestros brazos,
y morimos lentamente con la noche y el calor
y la furia de sabernos penetrados sin salida
nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestros golpes... sólo dos...

Hoy llamé -lo repito- tres veces y tu voz
contestó desierta, contestó vacilante.
No sabía si estaba tu puerta entreabierta...
o cerrada, para siempre, tras un golpe terminante.



La Falta
Ella recogió del molino agua fresca
y miró con recelo su reflejo en el agua.
Era fácil pensar que la imagen devuelta
en instante pleno quedaría perpetuada.

Se enjuagó levemente cara, manos y cuerpo
y creyó convencida en el respiro vital.
Luego miró hacia abajo, tierra beige y despojada
de matices demorados bajo el polvo horizontal.

Era aquella tierra tan agreste como aguda
y reseca por los vientos, y el calor y pastizales.
Ardían las manos llenas, frente a la roca dura
y los granos demolían los pies sobre los andares.

Era necesario devolverle la humedad
-ese humus fértil que en algún momento Edén-
esa humedad que ahora, exhudaba gota a gota
bajo el cielo cobrizo, el aromo de su piel.

Era necesario devolverle a la tierra
lo que un momento puro fue su estado original.
Entonces vibró con ella, junto al polvo y a la aurora
y plantó juntas sus manos a través del pedregal.

...

Y se hizo propia y carne de esa tierra
agreste-aguda.

Se hizo propia y carne de esa tierra
agreste-aguda.

                                                          


Acudo
De quién es el grito
de quién el clamor
el que pelea
la rabia
el juego de las escondidillas
y el arte sublime de crear.

De quién es el ruedo mágico.

Está la puerta entornada.
Está el asiento depuesto.
Está la silla giratoria
y la noria...la rueda que inclina
y la balanza que pesa
y el gallo que gira
Norte Sur Oeste Este.

¿De quién era el grito?



Escenarios
(1976-1998)
Dos fuentes que ayer el clero
vaciando la hermosa agua
del Buenos Aires sereno
rompiendo en irrupta saña
-tinte de errático acero-
cubriendo las frentes calvas.

Dos fuentes -rotundos velos-
que exaltan el agua clara.
Dos fuentes, de plata y cuero,
llevadas tras las pisadas:
las unas del sueño en velo
al correr la madrugada
cuando la acción es sustento
del ideal que se abraza.

Lo vale el recuerdo entero.
Lo vale; es memoria clara.
Y el cielo -testigo incierto-
varado ahí en la calzada.

Dos fuentes, la marca, el sello...
y la guerra estallando en armas.
La traición trajo el silencio
de aquellos que hoy ya no hablan.

Fue Cultura del Silencio
Impuesta a la tierra amada.

Y los ideales perplejos.
Y las columnas en armas.

Opresión la de esos presos
-reclusos de enfermedad rara-.

Hoy los años que han, atentos,
atestiguan, gritan, claman.

Del árbol, papel caído,
del sueño, que el Puerto araña...
de la Argentina por dentro:
la guerra estallando en llamas.

La huella, imborrable sesgo
que antecedió a nuestra alba
dejó el pajonal inquieto.
Marcó un registro de savia.
Un registro, que aquí es verso.
Y que es roble, y que es caña.
Dejó al pajonal inquieto
salobre bajo agua rancia.

Y el paso que anduvo inquieto,
que destrozó puertas llanas...
La bota de los que fueron
enfermos de patria y de alma.

La marca, el punzón raído,
del pecho en sangrante saña.
Y el amor todavía erguido...
y el coraje envuelto en llamas...

La generación del tormento.
Prohibición del ser -“sed nada”-.
O mejor, “sed de los nuestros”
en los Centros, y a las andas,
ya de Facto; ya despiertos;
clandestinos; fatigadas.

-Cuántas madres.
-Cuántos nietos.
-Cuántos hijos e hijas claman.
-Cuántos hombres.
-Cuántos versos.
-Cuántos cielos.
-Cuánta rabia.

Es la historia que en su marcha,
está gritando y sosteniendo
la memoria -nuestra alma-
que nace y llega del pueblo.

Levantando la mirada
-tanto tiempo sobre el suelo-
con la historia bifurcada
del exilio, del regreso.

O la irrupción abrupta
que fue muerte, represión,
y solemne ejecución
cruel y sistematizada.

Es nuestra Memoria Argentina:
La Historia no fue callada.
                              
                                  


Postal
MAlvinas
Exhalando un solo paso
demarcando el sitio justo
el corral de los mirajes
a la luz de un puente-punto...

de la mísera flameaba
sobre la cuenca del centro
en la carta que es postal
el aroma a sobrio ungüento.

En el portal del convicto
de la llama que flamea
en donde la guerra es buena
y el amor sólo un servicio.

Ahí donde el saber es vicio
y tanta la ociosa marca
de la mochila que carga
la síntesis del sentido.

En el portal del convicto
en donde la llama flamea
una Santa Imagen buena
es la imagen del amigo

en que fusiles tendidos
a que tierra y hombre allegan 
rugen cuando los golpea
con ánimos el gatillo.

Y se intercalan las puestas
las víctimas del viraje
de los cordones que, tensos,
en las botas del hombraje
tras las ramas que tropiezan
afianzan con fuerza el cuero.

Y el empedrado de islas
y el divorcio de conciencias
-objetivo común, a tientas-
los atuendos y ropajes
las doctrinas y los cultos:
entre emblemas temporales.


En donde el grito suena
y en donde despierta el sol
la voz del hombre cambió
por cantos de la Sirena.

Y es la pasión que mira
el ojo de una postal
la fotografía tal
que causa muy grande pena.

Ahí donde la voz cambia
de ser fuerte, a ser certera.
En donde el vacío llenó
preso en toda su existencia
los respiros quebradizos
de aquél que llega y se aleja.
Y ese que no piensa escenas
ni que tan solo imagina
solo repite doctrinas
de la voz común que eleva...
-es la voz del mando en alto
que ejecuta “cuerpo a tierra”-.

Y el azul portal que mira
y el apóstol que no sueña
y la pulcra señal que ciñe
a cada andamio una pena.

Cada escala, cada andamio,
cada regla a su manera
y cada voz de fusil
en cada palabra austera
conjugados en el ojo
del espectador que observa
sobre el mostrador del kiosco
ya insinuándose la acera.


A Ellos
Quienes alcanzaron recio
trajín de alféizar y vidrio
son quienes abatidos,
ilesos de la condena
protagonistas de pena
de risa siniestra y miedo
solo han vivido en velo
actitud del complaciente
que ríe y muere a la gente
sellando en el aire, negro
la crema rancia, el desvelo
de los pasajes mortuorios.

¡Gritad, Suciedad Errante
la danza de los conspicuos
fuerte y remache y picos
arcaBUZ...silencio agobiante!
“que el andar del caminante
ha de seguir su camino”
despeñado ya en las rocas
o en la rotonda en vilo.

A donde quiera que miren
continuará en fino ritmo.



Senior
(a mi papá, Alfredo Ossorio)
Te enamoraste de la revolución.
Todavía era posible
aún al paso de la historia
donde compartir un manjar contigo
era América toda
en sus cantos
en sus brotes
en sus risas.

No entendías. Yo tampoco.
Sobre el puente no podíamos vernos.
Tuvimos que bajar para mirarnos
y tal vez, reconocer en esa, tu mirada,
en esos, tus ojos,
la expresión del viento que sopla
siempre al Este.
De donde nace el Sol.
Donde el policía no te encuentra.
Donde no estás solo.
Donde soy de tu milagro.







Qué Dará

Quedará
            colgada de un marco
            la rebelión del olvido.

Marco de eternos afluentes...
            de tiempos e instantes
                             perdidos.

Quedará
            colgada e impía
a la conciencia evasora
                            activa,

en el marco
               de mi mente
                         y la vida...
la rebelión del olvido,
                (que no olvida).









Réquiem
En el monte allí lejano que hoy indico
allí en donde la brisa es fastuosa
donde cada árbol trunca juegos con su sombra
donde la vista sola incinera los indicios...

En donde las maderas de algarrobo son la guía
y las noches entre amigos son la instancia de creación
y la identidad de un Hombre, arte, arde va ligero
construyendo el arco en velo del perfil de una Nación.

Y esa convicción profunda de convulsionar conciencias
a través de la palabra, a través del alma erguida,
y de la vida toda su experiencia adquirida...
en reunión paradigmática con el estudio y la Ciencia.

No separaste un instante –por tu talante o tu talento-
desde tu exilio del puerto, la llama al río adherida.
es que volver es partida, y partir un duro encuentro
de uno que vuelve queriendo, y creyendo, todavía.

Hablar hoy del albergue que contiene todo un tiempo
(y menciono Documentos como punto de efusión)
y las rimas que, seguidas, hoy se inspiran en tu aliento;
que tu nombre, con frecuencia, nos esgrime un gran valor.

Y las causas coetáneas por las que vibraste en vida
seguirán siendo el ejemplo de la juventud encendida.
Seguirán caminos varios (el de ahora y el de entonces)
en donde sembraste abrazos, entrañables, hay amores.

¡Hoy, Envar El Kadri, hoy queremos compartirte
con un pensamiento austero y un pulsor de evocación..!
Hoy queremos compartirte,con un cariño sincero
y la memoria que demanda ya tu nombre a la ocasión.
















Poesía cuya creación y recitado responde al Concierto/ homenaje a “Cacho” Envar El Kadri en Buenos Aires, 1ro de Septiembre de 1998.



Desde allí
Pasarán las ruedas, los círculos, los vicios
( pasó ya el alarido, al clamor del santo)
pasarán las multitudes
pasará el anecdótico punto
de la discusión jocosa
hacia otros mártires...
pasará el ticket de cine
mojado en un pantalón
a formar parte
enciclopédica
de la acumulación
de la ingesta
de conocimiento.

Y el vaso de coca
a la izquierda despegado de la pierna
y el sandwich de paty
mordiendo la visual enturbecida.

Y tu presencia ocasional
tu fuerte presencia en mí.

Y el trago y el sorbo
y a la derecha incrustada
y te perdiste ahí,
entre largavistas y en otra calle.
Otra Lucha Violenta: Relato y Poesía de un desesperado  a su interlocutor en los momentos previos a su muerte.

Morir de una muerte prematura
morir de una muerte sin testigos
morir de una muerte en la que he sido
objeto síndrome y criatura.

Morir de una muerte ya sin cura
morir de una muerte -errando vino-
morir con el rostro consumido
por la enfermedad que no tiene cura.

Morir sin iglesia y sin reposo.
Morir con el llanto entre los dedos.
Morir sin Cristo, sin un Dios y sin los rezos,
en la ventana gris de mi locura.

Morir errando por pasillos
-andamios agravantes por cohecho-
pasares y penando por los lechos
hasta asumir la pauta gris de mi amargura.

Morir consumiendo el resto eterno
de los manjares que tanto he disipado
cargando bolsos en el puerto helado
en los inviernos de esta triste comisura...

-los labios martirizan mi reposo-
-la mano izquierda no responde a mis sentidos-
-deshecha está en pobres, abroquelados
resabios de movimientos de artificios.-

Estando en una muerte defectuosa
viviendo del latido y la agonía
muriendo en la riña diminuta
...un fallo de control emancipado...

Muriendo el desaliento y el enfado:
muriendo de la causa más abstrusa
muriendo el cuerpo quieto a un costado:
muriendo el desaliento y la cordura.

II- Homenaje

Morirás, compañero.
Te recuerdo:
Una noche de gloria de tu infancia
Una carta a destino tras su errancia
Una respuesta de emoción al desconsuelo.

Morirás, compañero, y la pregunta
de tus ojos al mundo es, ¿aún me ven?
Si tu lucha no es lucha de vagancia
fue la lucha de aquellos que hoy no creen.

Morirás, compañero, y el recuerdo
de las últimas palabras del dolor
es saberte tan lejos compañero
de la vida de los juegos del amor.

El Nombre

I-                                                                                          

A qué se llama fortuna cuando el amor me traspasa                

cuando mirando tu cara veo que sólo soy                                           
palabras de voz absurda, rincón de fuego abrasada,               
sonoro llanto que advierte mi muerte en tu corazón.                

A qué se llama fortuna cuando esperando te pienso.
Cuando al sentir sólo veo distancia al voltear atrás.
Cuando al rozarte mi mano estalla y me duele y triste
golpea el amor que me diste, aquél que ya no darás.

A qué se llama fortuna. Respiro y me duele el pecho.
Hoy caminé un largo trecho. Escapé al tramo infernal.
Quemé los vicios y mantos. Quemé hojarascas todas.
Reposo en silencio, a solas. Escribo aquí mi pesar.
                                           

II-
Fortuna se llama al llanto que porto hoy en el pecho.
Fortuna aquél secreto que prometimos los dos.
Fortuna estar un día, muy lejos de ti, muy lejos.
Fortuna dejarte a un lado. Fortuna... decirte adiós.


Aura
Repetir, de tiempo en tiempo,
la audacia de no amarte más.
Se quebró el vigor sin tiempo.
Caminé sin Dios ni paz.

 



Rictus
Dime hace cuánto tiempo que me esperas
que no imagino respuesta qué darte.
Saludos de miseria no frecuentes
sonrisas de tristeza de esperarte.

Si cuando alguna vez poder decirte que te quiero
que el tiempo que llevó la burla lo bautizo
que la radiografía del monte así lo quiso
que en cuanto que es inmenso solo es valle.

Que muchas flores y romanzas yo cultivo
y que crecen tras el paso de mi aplomo
que de lejos te miro y solo observo:
que cuando solo observo río al foro.

Que mañana cuando llueva no miraré más lejos
que a la tarde cuando crezca aquel crisol de oro
que a la angustia desde entonces, tan sutil, que la aborrezco
y que con el porte del árbol, así fuerte yo me entono.

Que mañana cuando llueva no miraré más lejos
tan cerca, tan cerca entonces habrás estado...
en las pieles, en los montes, en las calles ajenas
y en el perfume abrupto que irrumpa a los costados.

    



Materiales de Novela
Material de Novela.
Material que pudiera
servir en los altares
reescribiendo las escenas
que reían los juglares
que bailaban las meseras
-periferia aquellos bares-
recordando las actrices
de films finiseculares.

Materiales de Novela
compuestas de personajes
tantas caras -la reseña-
del camino -intraoculares.

Materiales, materiales.
Herramientas de un destino
conglomerados de azares
convocados a un camino.

                                              


Relato I
Cuando las vísperas
preanunciando están
                    su ocaso...

Serán quizá
lágrimas
del estanciero
plasmando,
buscando en Occidente
el río en qué bañarse,
en qué sudar de nuevo.

El veneno impregnó
sus plantas, sus cultivos.
No le importó -más.

Supo. Sabía
que el accidente venidero
sí sería fatal.

La muerte del cencerro y
de sus campanadas.

La creación opacándose
como nubes sobre el puerto
desquitando su malicia
sobre el salero de plata.

Inquisidoras preguntas
lo ahuyentaban hacia
la mecha embebida en alcohol.

El cigarro permanecía apagado.
Aún fumarlo le significaría
el último respiro
-aspiraciones, suspiros-...

Tránsito unívoco-.
Los despojos que no fueron.
Tristes.

                                                          


Relato II
Las vísperas llamaron
a gravitar los despojos
de muertos de antaño
de papel reciclado
de la rueda de la fortuna
que gira y entonces, gira,
y clausal es en su análisis
y que cuando pierde en su vigilia
los colores, las romanzas,
y la tranquilidad regresa a su casa
y el ‘déspota del estío llora...

Y cuando ya el cuerpo es otro
y la mirada ducha
y el instar del caminante
corre hacia afuera aún más.
Y se termina la alquimia
y esa magia que los magos solo saben crear...

Y el instar del caminante
lejano ya
aumenta las distancias
entre convictos y guerreros
y los maderos de los puertos
han comenzado a pudrirse
y la caricia en el sintagma
vuelve a fluir, neta,
y el reencuentro no respeta
confluencias del pasado...

La retina quemada absolutamente
por la sal y el limón
de esteras vergonzosas
que no llaman ya, ni piden auxilio,
la conciencia de la distancia
que sabe abrir otros mundos
que sabe patear maricas
que sabe apoltronarse feliz
dejando en velo el sueño de los pobres...

Y la reuma que ha de atacar
la corteza cerebral y el cráneo
y las minúsculas tropillas de estopa
del tiempo vacío
y del destructivo ocio
y del amor moreno
y del matiz certero
de caricias deliciosas
continuas
            convocando
            desbocando
su salida al azar y al
gris azul de la empinada senda.


Paréntesis
Paréntesis. Tiempo.
Entonces quiero darme cuenta,
donde estás, dónde te encuentro.

Desfilas fresco, reciente,
por mi mente, ahí te tengo.
Quisiera plasmar este afluente
en la dimensión terca del viento.

Estás y no estás. ¿Qué sientes
al ocupar el recinto
de construcción del presente.
En quién piensas...-¿cómo digo?

¿Quién despierta a tu mirada
la admiración encubierta
el deseo, esa revuelta
confusión de desafíos?

¿Cómo te encuentro? -¿lo haré?-
A quién recurro que sepa
decirme si al recordar
mi austera presencia inquieta...

Y en tu cabeza ajena
y en tus ojos, azabache,
y en mi obsesión obtusa
y en mi paso, por ti errante

Y en el fluir de la sangre
y en la concesión de brumas
de tu imagen a mi imagen,
en la histeria y la locura!

Respiro. Me balanceo.
Cuento hasta diez. Me estiro.
Más calmada, ya no pienso:
¡Encontrarte, necesito!



                       
 Manuscritos
Sonoras las campanas que anuncian tu muerte;
llorando se acercan, gimiendo se pierden.
Sonoras las campanas que el viento acaricia
las mueve a un costado, las sopla la brisa.

Sonoras las campanas que acercan augurios
escalofríos restantes de ausentes tugurios.
La noche, de loca se pinta y desvela
y duerme gloriosa, su alma está en pena.

Sonoras las campanas del verde arlequín
que finge y que sueña hacia otro jardín.
Sonoro el llanto pleno de los ruiseñores
que queman su alma llorando a montones.

Sonoro aquel sueño de vientos amargos
que ríen, risueños, que mofan su engaño.

Heladas las prisas de los ruiseñores
que afilan espadas y hieren entonces.

Absurda la hiena que reza e implora
la virtud ajena y luego perdona.
Las almas restantes, esas que siempre velan.
La brisa está calma. El sueño está en pena. 

Poesía a La Rioja

Geografía estática, de colores inmersa,
nunca cambias, nunca: tu suelo es firmeza
tu corazón el movimiento, la esencia es certera
y tu coraza, genuina, y agreste la tierra.

Mis creencias divagan pensándote, tierra,
la filosofía del tiempo irrumpe en mí, no juega,
y define en mi memoria los momentos que ahora elevan:
no es cuánto tiempo fue, sino cómo fue y qué queda.

¡Geografía de mis vientos que ahora llamas a mi puerta
cuando tengo una defensa escondida tras el alma!
Que no saca el fuerte hierro para eludir la amargura...
es más fuerte, fiera y dura, y cuanto más llega, más sangra.

Y los robles ostentosos que aún me mantiene viva
son aquellos que absorbieron en su momento la vida...
son aquellos que testigos de un lapso precedente
hoy me arrancan lo más hondo: queda el alma incandescente.

Y rebrotan del deseo azahares insurgentes
y la naranja amarga, y el carnaval dormido.
Todas esas calles llanas que el tiempo y la memoria
mi mente y mi descanso de la vida han recorrido.

Se revuelven otra vez en mi gusto y mi memoria
el paso tranquilo y lánguido, la exploración suburbana
la brusca verdad que abarca a la miseria y al olvido...
la fortaleza del hombre atravesando montañas.

Y en fin así el tiempo pasa, va y vuelve y se queda
encumbrándose en ideas, registrándose en palabras
enraizándose en las almas de todos los seres vivos...
no es cuánto tiempo se ha ido, sino cómo el tiempo pasa.


Vital
Reparto soledad a la puerta de la Iglesia
donde Cristo impera vivo a la luz de sus palabras.
Repartiendo soledades como pan o como trigo
despoblando fondos vivos, despojados y a las andas.

No hay abrazo; nadie abraza al herido, al lisiado.
Sucede como en la cruz, Cristo vivo al desamparo.
Lloran los ojos, el rostro; llora el cuerpo el llanto amargo
la bebida silenciosa...  el madero ... el viento helado.

Articulo soledades al refugio de mi espalda.
Articulo nombres nuevos, tiempos nuevos, nuevas caras.
Desabrigo soledades que pasean el gamulán
por las calles,  por los puertos,  por el tiempo, en la ciudad.

Y cultivo mis tristezas en la tierra humedecida
quizás para  que enterradas, no pueda verlas vivas.
Brotan después sus plantas... bajo tierra...yo las veo...
¡cómo cortar esos brotes, cómo secarlas  a fuego! 

                                                                                 



Panorama

Un tornillo, un zapato,
Una nimia aparición dantesca
Un camino, casi ecléctico,
Una cuenta inaugural y presta.

Una historia, el descuello
De dos roces temporales, presas
Las hormigas, de torturas
De caminos de irritables cuestas.

Fingen, tras la bruma,
Rostros de señores casi iguales.
Son las caras, del vacío
De los pasos que anduvieron tras vitrales.

Temporales, desalmados
Juegan tristes con sus palmas fieras
Y arremeten, y desdicen
Lo que el cúmulo inventó sobre ellas.

Con la calma, con la dicha
La desdicha ya deviene en ciega.
Nadie ve, no es mortal
-percepciones de cera ligera-.

Y al final, sobre el modo
En que el canto se hizo rocío
La mañana, turbulenta,
Abrió el sueño del hombre dormido.



Ab Cristus

Tan ausente de aquellos pensamientos susceptibles.
Tan presente en la memoria del olvido.
Tan desdibujada del circuito de los héroes.
Hay señales. Veo quimeras. Surgen treguas. Hay testigos.
 
Tan ausente de aquella armonía mañanera.
Tan hostil al resguardo que deviene con la aurora.
Tan presente en las entrañas que consumen mi madera.
Tan presente en los signos vacilantes de Pandora.

Tan ausente de tu vida cuando llego yo al final.
Tan dolorosamente presente a mis rincones.
Es tanta la indulgencia que me inhibe a no penar.
Es mucha la violencia del silencio de tus dones.




La Distraída.
La carta, distraída, cayó entre sus manos.
Su letra manuscrita distinguida en azul.
Sus rasgos  redondeados describían un nombre.
Mencionaban tu nombre: sobre el papel, la luz.

En un largo y extenso devenir de ideas
y una letra ilegible por mirarla a distancia
entre las manos de ella se despliega el mensaje.
La recorre su vista, pero no lee entonces nada.

Me impactó al instante su serenidad valiente
si es cierto que es tal, o si es resignación.
Mi ausencia presente en el instante fue duelo:
¿quién te envía la carta? ¿Por qué te la escribió?

Hoy miro tu rostro, como siempre no hay rastro
ni posible hallazgo a conocer. Estás sereno.
Mi imposible rastro me lleva a perder lejos
tu huella y los reflejos... y mi fuerza es desdén.  

Empezar desde cero y contarte hecho a un lado
y saber demorada mi aflicción.
A un costado veo vida que te llega entre llantos...
y esa vida y la mía quiebran ciclos, las dos.  


                                              



                                         


                       
El Vuelo
Espiando en el espacio, como estás, pequeña ave
observo tu carrera dispar contra el viento.
El es mucho, abarca tanto... y disperso
comprime al aire la fuerza de su arrastre.

Impermeable, no te deja llegar.
Pero la obsesiva luz de la voluntad
(esperanza innata de momentos jugadores)
mas te arrastra que la propia tempestad.

Luchas y sobrevuelas el espíritu del viento.
Y retrocedes ante el empuje de la corriente veloz.
Luchas y caes. Vuelves, luchas y caes.

Inmolado el pensamiento, nula la razón
solo permanece indemne la certera sensación:
que llegar a tu lugar es previo esfuerzo.

Vuelves a luchar. Vuelves a caer.
Tu existir ya está abatido, no tu ser.
Me acerco y te miro. Me miras tu a mí
traspasando el límite material de estar aquí.
Fuimos el presente. Ahora sólo soy.
Porque al fin sobrevolaste,
tu deseo, tu obsesión.

Y ese lugar físico
que aguardaba tu presencia
se aventura ahora
más allá de toda esencia

donde encuentras la belleza
en el principio del ser,
en ese mundo que es complejo
e increíble de entender.


¿acaso un camino es menos             bonito por haber espinas                en los matorrales que lo bordean? Los viajeros    siguen   su camino, dejando a las espinas aburrirse en donde están.
                                                                                                      STENDHAL
Ahora
El laúd está desvencijado.
Los ojos se abren,
poco a poco.
Y la conciencia avizora otros gritos
más lejanos, postergados.

Cuando la vista va adquiriendo cierta tonalidad,
la incineración de viejos papeles
y el cutis arde,
y la conciencia sigue llamando
con sus gritos de desvelos nocturnos,
la luna cae al territorio más inhóspito.
El más poblado: es el territorio del alma.
Y no existe criterio alguno que ampare
la risa de otros labios.
Ya no existe la tardía sumisión
a la mano que otorga, húmeda y jocosa,
limosnas.

Ya no existe el laúd que vibraba
armoniosamente su melodía incauta.

Somos viajeros.
Viajeros del espacio terreno
aunándonos en matorrales
de hierba, de flores,
de espinas sanguinolentas.

Pocos somos viajeros.
Solo los que, irrespetuosos del tránsito anodino,
queremos vivir.

                                                          


Allá
Échale más nueces al perico.
Que hable, -(que no calla.)
Si muertas sus gracias de viernes me aflijo
no importa -te digo- que hable, (no calla).

Camino de nuevo, transijo el camino
renuente del sello que otorga la maña
escudero del tiempo es el alma, y vacío
el manto que aviene consigo el mañana.

¡Hoy! -grito y quiero embotarte de cáñamo.
Hoy, más que siempre el afecto te anega.
No tengo del alma virtud suficiente
ni tengo en mi santo humana caldera.

Échale suerte de intrigas al tiempo.
Que hable. Que hable.
Terreno del sol es el pueblo indolente
que mira y acorta instancias de agüero.

Camino de nuevo, transijo el camino
renuente del sello que otorga la maña.
Escudero del tiempo es el alma, y vacío
el manto que aviene consigo el mañana.




La Trasnochada

Era una gran masa de cemento que refractaba la luz,
y uno creía que era el cielo que a uno lo estaba mirando.
El gran cruce de cables que mecía al sur
sobre vendavales de occidente andando.

La dupla hexagonal de viejas situaciones.
El verbo mordisqueando pasiones anteriores.
El sistema nervioso quebrando las cornisas,
de viejos abandonos citados sin prisa.

Era una gran masa de cemento resquebrajado:
mostraba los rayos del silencio citado.
Era todo masa, informe y gris,
que descollaba al fondo del cielo y su matiz.













Acerca de certezas...
Creo que era él,
creo que era yo...
creo que éramos
dos, confundidos,
en el entorno transpuesto de un nexo.

Facultad disímil del verso
que tras el desface de horas
administra aquél tiempo inconexo
en partida indigente de auroras.

¡Es vorágine plena de enredos
de la mística enmendadora...!

Y arrulla cuál vuelo supremo
el paso al inverso, un segundo,
el gogol, el causal, el efecto
y los dioses y espectros,
las galerías...el punto.

No alcanzan la huella del paso
del ímpetu transmutador.
Como el juego del vasto prensario
del sentir innovador.

Y es en cálida furnia que ostenta
no mas fuentes de humano sentido...
y convergen los ruidos de ausencia
y disipan instantes fallidos...

Y se callan. No van más lejos.
Se resienten. Franquicia y paz.
Aún creo -satura el verso-.
Certezas no habrá jamás.

           


Intemporal

El nombre que fue de uno,
los ojos, herida viva
las voces que otras vidas
allá lejos anunciaran...

La muerte solemne y ríspida,
el sol, que candente y áspero,
el entrecejo nublaran...
las voces que se hallan vivas.

La muerte solemne y muerte
el sol que ya atrae despojos
destiempos de otros enojos,
gargantas quebradas, ríspidas...

Rosales del tiempo áureo,
mareos de noches de insomnio
murmullos después, asombros,
escombros que dejan vivas...

Huellas de otras edades,
saberes de otros tiempos
edades de otras edades
dolores de vena y acero.

Allá por los madrigales
en los que confían los muertos,
el odio, voz de arrabales...
Amor, todavía no has muerto.



Ellos
I
Comieron. Bebieron.
Llenaron sus platos de espigas secas.
Las mojaron con vinagre y
se las llevaron a la boca
resueltamente.
Desollaron más tarde medio kilo de tomate.
Lo rellenaron, pimienta y sal en mano,
con huevo frito.

Estrecharon sus fauces, animales
...convictos,
y arrimaron en sí escenas del paisaje.
No sabían, pobres!, No sabían...
escenas de la lucha cotidiana.
Escenas de una víspera aindiada
escenas del reloj del combatiente
...de la coma y el Eros reticente
[d].-

            II
Cuando voló de la cama al aeropuerto
miró que no eran rosas sino esclavas
mujeres varadas en Paraíso
las hormigas entregando en telarañas
su vida.


28-03-97
Dejaron la puerta semiabierta.
La abrieron.
Cerraron -los labios.
Abrieron ventanales que,
antaño,
servían de prisma y de consuelo.

Cerraron -los brazos.
Los cruzaron, esperando.

Desesperadamente -abiertos.

                                                                      


Vuelvo

(A Luis “El Ñato” Iglesias)

Vuelvo del espacio de lo ajeno.
Vuelvo hacia el momento en que soy otro.
Nazco con la vida, después sueño
en qué instancias de la vida me incorporo.

Estoy. Más allá del firme suelo que no piso.
Estoy. Y miro en la distancia de tus ojos.
¿Por qué lloras? ¿No entiendes que de nuevo yo comienzo?
¿No entiendes que soy fuerza bajo el cielo de este cosmos?

Lágrimas y llanto –nombre unívoco de muerte-
que Occidente nos impone como emblema de despojo...
La muerte no es tal, sino sólo la apariencia
de un camino que despierta al abrir de otros ojos.

La palabra innominable que es inicio, causa y fin,
determina en cada paso, fin, causa y principio.
Y despliego mi conciencia sobre el cielo, que está gris,
y me elevo todavía más allá de lo finito.

Es palabra muy odiosa la del término absoluto.
Discontinua y lejana, en su magnificencia.
Soberbia es clausurar la vida a un solo estado
pues refuta este concepto al concepto “trascendencia”.

El nombre conocido, cuya acepción es Dios,
Padre nuestro nominado de manera aproximada,
adyacencia fortuita del espíritu más fuerte,
estás en mí latente, como mi alma entre tu alma.

Y es cierto que jugamos con los dados a esta vida...
más el azar no es juego, sino designio intermitente...
y la contingencia es juego, inesperado, y es la fuente,
de otros designio-juego que son causa consecuente.


Y la fortuna oscila entre el azar y el destino
y el destino se debate entre el azar y la predestinación,
y cuando vacilamos entre la fortaleza y el miedo,
a través del albedrío encaminamos nuestra acción.

Y juego. Y añoro. Y recuerdo. Y los beso.
Yo soy Luis, argentino, nativo o por opción.
Espejo, como Ustedes, de una firme creencia:
¡Argentina! ¡Argentinos! ¡Somos nuestra Nación!




























La muralla
Los recodos de una calle de una multitud enfermiza
en los pasos y en el tiempo han dibujado
series de inquilinos de conquista
sobre el tropo de la risa denostado.

Las sandalias no caminan más que aprisa
las leyes del refugio en que han vivido :
la primera casa de los sueños, que oniriza,
y que se escabulle sobre territorios vagos.

Avanzan las sandalias sobre el suelo de madera
y sobre la opresión de la letra de un mensaje.
Avanzan sobre prisas y escaleras
reposan en los puertos, los parajes de una calle.

Al reposar, el silencio de una mente
busca entre los ruidos que la acalla
el diario de la noche, (pluma, Fuente),
el deber decir; el fuego de una hornalla.

Fingen trazar con los rasgos de la tinta
efigies, confesiones de simultaneidad.
Hijos de padres de gustosos deleites
que empeñan los veinte en veinticinco más.

Los recodos de una calle de una multitud enfermiza
en los pasos y en el tiempo han dibujado
ya no series de inquilinos de conquista
sino series de inquilinos conquistados.


El que rumea

Escribes. Das la vuelta al universo para decirme
Que el asado está listo
Que se acabaron las flores,
Que el manto áureo no parirá nunca más.
Que no soy más yo,
Porque tú, mi insigne torpe amante,
Jamás vendrás.


 Un día de éstos
La basura del martes está apoyada tras la puerta.
Hoy, jueves
y salgo a recorrer las angostas calles
del paraje del puerto.
Espero el domingo
para reavivar la flama
del enunciado
                 -que te invoca.

Pasaron tres años; ya los ojos
volvieron a ser el principio
de un cartel corredizo ...
“quizás te habrías acercado
apelando a tu carácter de hombre débil”
pero se trata de pautas que exigen
el tránsito inestable,
las direcciones casuales,
sus curvas;
pisa una baldoza, ya otra; el cordón de la vereda,
máxime el que pisa derecho
a paso llano y seguro,
el pasaje de una calle.

Saberte arrebatado y empeñar una palabra,
-tus labios,
-las manos,
que se encierran, llaman, abren, crean,
acompañan (el refugio),
los acentos paulatinos,
el ángulo, la génesis,
el reflejo
de un impacto cerebral.

Tres años pasados
y creciente
la matríz que honra
la brevedad del paseo.
                                                                   
                                             


Martes célibe
La chaqueta de algodón está colgada de la puerta.
El pantalón de tela gira en torno a la ventana.
Las pantaletas, la frisa y la bambula esperan
dobladitos en un cajón.
Hiere el fierro.
Mañana doblarán las campanas.
Un miércoles trece
y todavía la espera.
Alguien construye frente a casa un edificio.
El campo ritual, vacío, fresco
y la función onírica del llano.
Alguien construye viento frente a casa.
Alguien construye.

Mañana la guarida del faisán quedará al descubierto.
(Risas).
Mañana todavía es pronto.
Mañana, porque el cuerpo rinde hoy.
La carne es débil – alguien dijo.
La ventana está abierta.
Alguien mira.
La camisa se planchó solita,
con la humedad del agua.
Yo miro. Transeúntes.
Multitud-es.
Quizá mañana la cornisa
doble en ángulo agudo.
Quizá mañana el pijama
me rinda tributo.

El teléfono suena.
En velo, contesto.


                                  
El Extramuro
No me reconozco en esta gloriosa incertidumbre
de saberme tan lejos del mundo, del océano,
del alcance de las artes mágicas,
del mal y de la gloria consabida,
de futuras huellas que solo dejarán una marca noctámbula.

No me reconozco en el dolor y en la angustia de la gente
que sufre al gemido de la distancia ignota
que ve el ayer como una página ríspida y cobarde
plena de sueños, de dolores, de suturas y de ensueños condenables.

Es inmutable ayer. La perspectiva es única.

Hoy ya no me reconozco.
No miro más a los ojos de la gente que pasa.
Porque es como un chasquido la existencia,
...un encuentro sutil de palmas frente al pueblo...
una mueca falaz que no coordina las palabras.

De cara a tu ausencia próxima
en la interminable queja del dolor que sugiere
paz, alguna vez,
triunfo
en el camino hacia el centro de los ojos del sol...
aún, en medio de mi desconocimiento más real...
he de reconocerte
vislumbrando
en tu rostro único
la causa que dé sentido verdadero a mi existencia.



 Gentilhomme

Alegría que congela el estómago, los huesos, la respiración.
Se exhudan gotas de sudor candoroso.
Tu cuerpo persigue a mi cuerpo revueltos entre sábanas.
Tu voz es la de aquél que pergeña de los futuros ruidos.


Post modern
Ya la llamarás
Ya la llamarás
¡xilofón..!

Ya lo dijo Hermes
Ya lo dijo Hermes
ahjá, aja-ohhjá,
“café c/ leche”.

Camina de costado
Camina de costado
¡Cuidado la vereda!
Camino... cortado.

Grrrr..grrr...miau...
Auájjjrrr- pollo.
Les gusta a los gatos.
            -glup!!!

La llamas-barás
La llamas-barás
¡xilofón!..

Habéis arribado.