viernes, 7 de agosto de 2009

Las reas

Una voz ajena, que es hilo de tanza
embriaga las ansias del roble penitente
el canto distinguido sobre árida pendiente
olvida y lleva a cuestas la piel de las andanzas.

Y a cuestas lleva, la displicente vista
del punto orgánico terroso
a la maraña oceánica
son tantas las promesas, y la carrera, incierta,
y el paso que despierta ya persigue y no desanda.

Y es en vibrante canto en que presencias lejanas
rasgan con fiereza la distancia ignota.
Sonríen ya ilusas, las reas encercadas
encallando en la piedra los rasgos de sus horas.

Se afincan trillados cascotes enjutos.
Se rozan con la bruma trozos de vanidades.
De aquellas carnes blandas que arguyen necedades
se lavan la sangre cuantiosa en su culpa ...

Las espuelas se clavan al relincho salvaje
de la libre cintura ensillada con fuego.
El galope del aire es escondrijo del vientre
que crece y se retuerce y baraja los miedos.

Y en renuente litigio,
las pezuñas marmóreas,
afianzan la bravura
de la pincelada al cuadro .

Pintan de hartazgo la estopa ,
esas ilusas reas,
que deambulan por la arena,
y se herrumbran entre norias.

Y que esculpen con sus manos
la mirada brillante
el fragante elixir de los mares incestuosos...
y que surcan los espacios de la piedra caliza:
su andamiaje es, ya sin prisa,
la partida y el retorno.

martes, 4 de agosto de 2009

El Regreso

Fue así que del polvo al cuerpo transmigró...
fue la fuga disipada del centro certero
del árbol sin raíces, de la voz sin tono,
de registros sin calco, de pasados desvelos.

Fue cercenada fatiga montada tras la acera.

...alumbraban los faroles...-las canciones estridentes-...
encallados en la cera -( punto estanco el del ausente)...
Dibujados en la acera, la vidriera preparada
(Punto estanco el del ausente) -una imagen más que clara.

Y hubo puertos que ensoñando así las noches y los días,
no flanqueando las señales de la ecuestre mar en celo
ni el aroma de las sales; del laúd se profería
un acorde imprevisto: Punto Estanco el de los muertos.

Y la vida traspasó las carencias del pre-nombre.
De las pieles que los cuerpos han llamado.
Su figura que del polvo y del pre-nombre se han formado,
de los rítmicos balances sin la Cruz y sin Poniente.
Punto Estanco el de las venas que se henchían
-la violencia embarcada tras las huestes de sus sexos-.
Ausencia ocre de fatal alevosía
de aquel libro absorbido tras el mimbre de los dedos.

Y de la mano doliente; y de la Luz de Aquél que hoy
-otoño allá en la hacienda que se enciende-
como ramas en la puesta de la luz de aquel farol
ese otoño desterrando las carreras incipientes.

A la entraña de esos nombres, a las pieles,
a la vista observadora - la del perro cimarrón-
esa que se agudiza, clara, muestra, agota, vuelve;
se encarama a la salina gris de un pantalón
se encarama a las obtusas piernas que se pierden.

Y vuelve a las colinas de los ratos abrasivos
vuelve a las colinas del farol que el Facto enciende.
Vuelve, y esos lechos sin aletas y sin brazos
vuelve al centro -el retorno del hogar, columna indemne-.

Y azuzando los afluentes de ese río que nadó
nada el río, nada el fuego, nada el viento, nada el muelle.
Nada el sexo, nada el fuego tortuoso del pantalón
acusando a la fatiga de la seña ya creciente.

Vuelve.
Desaparecidos
tras el cierre del farol.
Vuelve.
Y lo encienden.

domingo, 2 de agosto de 2009

Vanessa

El matiz de la penumbra amortiguada en la piedra
se despliega irreverente azul-grisácea y muda.
El surco irregular bajo sumisa bruma
descalza a las figuras de su eco que resuena.

Humedad del reflejo que a los muros despeja
de las voces tendidas en estares de fuga.
Las cantinas invitan al resguardo sereno
de las noches en pleno -son guaridas ocultas-.

Y ella reía fuerte. Y callaba, mirando...
y reía más fuerte su estaticidad de volcán.
Fulguraban blanquecinas las lámparas del techo
y la cantina vibraba a la luz del ventanal.

Y ella se pensaba naufragando en los puertos
cuyos enseres plenos la vil matriz emplea
los hijos de una noche, de la vida sin cabos,
y de Cristos desvelados -tras crujientes puertas.

Y ella reía fuerte. Su fe y su fatiga
emplomadas junto a ella - sin contorno ni color.-
Y acepta el fuerte trago que el débil pulso arrea.
Y tras su ligereza sorbe el tiempo con limón.

Y fraguando los impulsos del instinto ralo
fracturando los pedazos de espacio y escondrijos
arrebata a sus penas su incólume acertijo...
un beso -así lo quiso- y “por favor, que sea otro trago”.

Ya de pie atisbando el relincho del deseo
mide estrechos cercos entre mesas y sillas
y mira las baldosas -amanteladas cuadrillas-
y apaga las cenizas presionando el cenicero.

Y el matiz de la penumbra amortiguada en el suelo
se despliega irreverente, e insinúa sin prisa
el peso paso orgánico -trapisonda y pitonisa-
y exaspera madrugadas de disrritmias y de acuerdos.

.....
Se levantan de un espasmo el colapso de los cuerpos
-ya se quiebra el momento de quietud recalcitrante-
Institutriz agreste de andares ajenos:
es tu puerto -anclaje eterno- arrebato de un instante.