Camila E. Ossorio Domecq
Escenarios:
De Rito y Retorno a
Posmodern
Transmutación
Existió desde siempre. Se asomó por fin a concretar lo
planeado
después de
lidiar con eternas magnitudes efímeras, instantáneas,
sin límites
ni tiempo.
Desde el
vientre del universo, la creación nació, trayendo
a la vida
hasta entonces esotérica y espiritual
como un
sentir tangible y dinámico con estímulos y tiempo,
y que
reaccionaba plena de variaciones y deseos, de sobresaltos
y de
esencia perdurable: el Hombre y su ser.
Existir,
ése era ya el punto concreto.
La
indivisibilidad entre los hombres y el afecto
los indujo
a no vivir en soledad.
Entonces,
como aislados no podrían nunca amar,
por el
propio amor se unieron entre sí,
y se
fundaron en una idea irrebatible por surgir
y surgieron
y forjaron con esfuerzo la
Unidad.
Pueblos
fuertes, gente nueva con creatividad y lucha,
fue la que
paulatinamente, mediante el orden progresaba;
la justicia
divina se rebelaba ajena
a las
múltiples opciones que las culturas brindaban,
y que
fueron ocupando y enclavando en cuerpo y mente,
los
emblemas y las leyes, y los valores del alma.
Y una
estrella mágica, de pronto, a lo lejos
brilló
deslumbrando a cuanto pudo y quiso.
Y esa misma
luz que traía regocijo,
a velocidad
mediana se comenzó a transformar:
su luz
blanca y brillante había opacado los caminos,
la fe de
los hombres se esfumaba y se perdía
el pueblo
heterogéneo demostraba rebeldía...
la unidad
de ese pueblo amenazaba con quebrar.
Y entonces
cayó, como piedra al vacío
la verdad
irrefutable, la oscuridad siniestra;
se
cambiaron los nombres, se hablaron otras lenguas
y los hijos
de todos fueron iguales a nadie:
categorías
y razas en una sociedad nueva
se
mezclaron verazmente, enrareciendo el aire.
Se cambió
también el rumbo de un continente sereno,
pues los sueños y los rezos apuntaron a otros lados
más lejos
que la línea horizontal del mar cercano
más allá de
donde brotaba la fantasía,
la realidad
de ayer entonces nacía:
<<Pachamama>>
era ahora “el Continente Americano”.
Y se
enraizaron al pleno sentir desprevenido
la
evolución y el progreso, la dinámica y el cambio,
otra
historia a crear, otros juegos inventados,
otros
hechos que sublimes, parecían cuentos de hadas
quedando
por siempre en la gente, el idioma que hermanaba
y que la
tierra incorporó disponiéndola en sus cantos.
Y gimiendo
como un leño al crepitar ardiente
sonriendo
con la imagen de la esperanza al llegar
se irguió
delante del mundo una tierra diferente
la fusión
de nueva gente, la vital fuerza de andar...
Sucedió así
la historia de un nuevo continente
del que
América es su nombre: su reseña, libertad.
Rito y Retorno
Rito y Retorno
Se anuncia. Al barrer las viejas
costras
del árbol nuevo
incipiente creación
misteriosa:
el brote del germen siendo
a llamadas no funestas, sí
con bríos
con la explosión aliciente
con la argo-luna creciente
y el sueño tras bajo velo.
Melancolía infame el
encierro,
fugaz, permanente, inicuo
caudal de fuego artificio
pasos de un solo juego.
Se anuncia, y ya se acerca
se acerca sola:
amparo simple es su sosiego.
Viajera andante en
recurrente andamio
son sus prisas directriz del
pensamiento.
Y en el Karma omnisciente y
siempre etéreo
fustiga con pandemias
circulares
arremolina en inicios ya
rituales
una vez más caídas en
desierto.
Cae la noche y va sembrando
en el maíz entrañable
en la cornisa inviable
en desvanes sempiternos
paisajes solitarios y
gestantes matrices
engendrantes matrices de
humo gris y desconsuelo.
Sigue recorriendo, andante
de las noches,
los espacios vacíos de tu
imperio.
Gran monarca de los árboles
del bosque
van barriendo costras viejas
vientos nuevos.
Y hay direcciones vejadas...
son fortuna del destino: el
desconcierto.
Va brotando como en génesis
parcial
nuevamente el desarraigo de
lo presto.
Es, se anuncia llamativa
la llegada de este
embrión...
el enunciado embrionario de
un regreso.
Se siente hasta tanto
embrionaria la expresión
del retorno de la vida, de
la vida en viro eterno.
Vanessa
El matiz de la penumbra
amortiguada en la piedra
se despliega irreverente
azul-grisácea y muda.
El surco irregular bajo
sumisa bruma
descalza a las figuras de su
eco que resuena.
Humedad del reflejo que a los
muros despeja
de las voces tendidas en
estares de fuga.
Las cantinas invitan al
resguardo sereno
de las noches en pleno -son
guaridas ocultas-.
Y ella reía fuerte. Y
callaba, mirando...
y reía más fuerte su
estaticidad de volcán.
Fulguraban blanquecinas las
lámparas del techo
y la cantina vibraba a la
luz del ventanal.
Y ella se pensaba
naufragando en los puertos
cuyos enseres plenos la vil
matriz emplea
los hijos de una noche, de
la vida sin cabos,
y de Cristos desvelados
-tras crujientes puertas.
Y ella reía fuerte. Su fe y
su fatiga
emplomadas junto a ella -
sin contorno ni color.-
Y acepta el fuerte trago que
el débil pulso arrea.
Y tras su ligereza sorbe el
tiempo con limón.
Y fraguando los impulsos del
instinto ralo
fracturando los pedazos de
espacio y escondrijos
arrebata a sus penas su
incólume acertijo...
un beso -así lo quiso- y
“por favor, que sea otro trago”.
Ya de pie atisbando el
relincho del deseo
mide estrechos cercos entre
mesas y sillas
y mira las baldosas
-amanteladas cuadrillas-
y apaga las cenizas
presionando el cenicero.
Y el matiz de la penumbra
amortiguada en el suelo
se despliega irreverente, e
insinúa sin prisa
el peso paso orgánico
-trapisonda y pitonisa-
y exaspera madrugadas de
disrritmias y de acuerdos.
.....
Se levantan de un espasmo el
colapso de los cuerpos
-ya se quiebra el momento de
quietud recalcitrante-
Institutriz agreste de
andares ajenos:
es tu puerto -anclaje
eterno- arrebato de un instante.
El
Regreso
Fue así que del polvo al
cuerpo transmigró...
fue la fuga disipada del
centro certero
del árbol sin raíces, de la
voz sin tono,
de registros sin calco, de
pasados desvelos.
Fue cercenada fatiga montada
tras la acera.
...alumbraban los
faroles...-las canciones estridentes-...
encallados en la cera -( punto
estanco el del ausente)...
Dibujados en la acera, la
vidriera preparada
(Punto estanco el del
ausente) -una imagen más que clara.
Y hubo puertos que ensoñando
así las noches y los días,
no flanqueando las señales
de la ecuestre mar en celo
ni el aroma de las sales;
del laúd se profería
un acorde imprevisto: Punto
Estanco el de los muertos.
Y la vida traspasó las
carencias del pre-nombre.
De las pieles que los
cuerpos han llamado.
Su figura que del polvo y
del pre-nombre se han formado,
de los rítmicos balances sin
la Cruz y sin
Poniente.
Punto Estanco el de las
venas que se henchían
-la violencia embarcada tras
las huestes de sus sexos-.
Ausencia ocre de fatal
alevosía
de aquel libro absorbido
tras el mimbre de los dedos.
Y de la mano doliente; y de la Luz de Aquél que hoy
-otoño allá en la hacienda
que se enciende-
como ramas en la puesta de
la luz de aquel farol
ese otoño desterrando las
carreras incipientes.
A la entraña de esos
nombres, a las pieles,
a la vista observadora - la
del perro cimarrón-
esa que se agudiza, clara,
muestra, agota, vuelve;
se encarama a la salina gris
de un pantalón
se encarama a las obtusas
piernas que se pierden.
Y vuelve a las colinas de
los ratos abrasivos
vuelve a las colinas del
farol que el Facto enciende.
Vuelve, y esos lechos sin
aletas y sin brazos
vuelve al centro -el retorno
del hogar, columna indemne-.
Y azuzando los afluentes de
ese río que nadó
nada el río, nada el fuego,
nada el viento, nada el muelle.
Nada el sexo, nada el fuego
tortuoso del pantalón
acusando a la fatiga de la
seña ya creciente.
Vuelve.
Desaparecidos
tras el cierre
del farol.
Vuelve.
Y lo encienden.
Las Reas
Las Reas
Una voz ajena, que es hilo de tanza
embriaga las ansias del
roble penitente
el canto distinguido sobre
árida pendiente
olvida y lleva a cuestas la
piel de las andanzas.
Y a cuestas lleva, la
displicente vista
del punto orgánico terroso
a la maraña oceánica
son tantas las promesas, y
la carrera, incierta,
y el paso que despierta ya
persigue y no desanda.
Y es en vibrante canto en
que presencias lejanas
rasgan con fiereza la
distancia ignota.
Sonríen ya ilusas, las reas
encercadas
encallando en la piedra los
rasgos de sus horas.
Se afincan trillados
cascotes enjutos.
Se rozan con la bruma trozos
de vanidades.
De aquellas carnes blandas
que arguyen necedades
se lavan la sangre cuantiosa
en su culpa ...
Las espuelas se clavan al
relincho salvaje
de la libre cintura
ensillada con fuego.
El galope del aire es
escondrijo del vientre
que crece y se retuerce y
baraja los miedos.
Y en renuente litigio,
las pezuñas
marmóreas,
afianzan la bravura
de la pincelada al cuadro .
Pintan de hartazgo la estopa
,
esas
ilusas reas,
que deambulan por la arena,
y se herrumbran entre norias.
Y que esculpen con sus manos
la mirada brillante
el fragante elixir de los
mares incestuosos...
y que surcan los espacios de
la piedra caliza:
su andamiaje es, ya sin
prisa,
la partida y el retorno.
Un sillón de
tres plazas que está junto a la pared.
Almohadones de
encuentro en desorden extático.
Y sus finas
capas de tela de entramados
con los bordes
rasgados...
El sillón de
tres plazas que permanece indemne
y chalecos de
cuero respaldando su aplomo
inmutables
cordones aseguran la guarda
enclavando su
talla, abrigando el reposo.
Y solo voces
solas llaman, salientes postreras
de la luz de la
sala, del intacto recinto.
Son los cuadros
del arte, de los tantos matices
que la grima del
iris escudriña sin tino.
Y una marca de
apego, una risa, el resabio
de enclíticas
miradas... la garganta inquietante.
Una lucha en un
muelle contra vientos tranquilos
y en la estera
de pinos, la explanada brillante.
Retiemblan
gruesos labios de alfalfa y de musgo
y el garrote
–tenue látigo- azota bravío;
motín en las
tranqueras –la manada salvaje-
y los fuelles
azotando airosos molinos.
Diestras manos
deciden, sin lujuria ni encono.
Diestras manos
que arriendan aire henchido de bramidos.
En los círculos
de doma las criaturas empolvadas
agitando
agobiantes sales, vértigo y casquijos.
En el centro de
la sala, estancadas las huertas.
A través de la
sala, los andares esquivos.
Y una espera
calma, no arremete ni intriga.
Es inercia, es
fatiga... es espera y es tanta...
Y el reloj no se
para. Es que tras las cortinas
esas voces que
llaman, su certera premura...
y los ojos
clavados como en tenue vigía
de una sala
vacía, y un sillón, y pinturas.
Ellos
Alguien se retrajo al
mirarla de cerca.
No pensaba ni creía.
Las gotas transmigraban en
la esencia del viento
azotes turbulentos de
miradas sombrías.
Alguien -se diría- que al
mirarla de cerca
cualquiera en un momento,
impronta de un lugar,
afirmaría al irrupto
infrigir de su hombría
las salidas tardías del
intenso temporal.
No faltaban al mármol de su
aire impetuoso
promiscuos laberintos de
tierra y de fuego;
elemento del agua, que viva
fluye y corre,
elemento del tiempo que
fracciona el regreso.
No buscaba ya riñas a los
alrededores
flanqueaban sus orillas
ardides austeros,
referentes de olvido que en
edades tempranas...
desvarío casual de los giros
eternos.
La miraba de cerca -como
entonces decía-
penetrando un submundo de
compuertas abiertas
los detalles del cuerpo
asomaban al aire
y la vista y sus manos
aguardaban serenas.
Y el arrojo del tacto en su
cuello despierto
y el placer de unos besos en
la oscuridad
y la lluvia insinuante
elevando sus rostros:
dos efigies, dos monstruos,
dos llamados a amar.
Las antiguas liturgias de
los centros lejanos
los constantes desdeños a
los mitos de entonces
las insignes victorias de
los retos velados:
cotidianos andamios
despojados de voces.
Con las horas, el estío
-reposo de lluvia-
brilló, al brillar la
primera madrugada.
Ellos dialogaban. No había
voz. No había rezos.
Ellos eran dos. Eran uno.
Eran todo. Eran nada.
Tratado sobre la muerte del ángel
Nació ayer.
El día
inaugural,
el segmento
simple.
Breve día.
Premonición...
Acento ducho...
Acechanzas –ha
arrojado.
Amenaza muda,
sombría.
Muerte hacia el
futuro de los que han sido alguna vez.
Muerte del
presente de los que de poder no han sido.
N o -e s- n a d
a.
Viene y se
persigna frente nuestro.
Lleva en su mano
el Pater Noster.
Habla del
oráculo,
de su
necesariedad,
de las efigies
de Egipto,
del azar y la
rupia;
de los designios
causales.
Habla de la
aventura del cautiverio.
Habla de lo
inexplicable.
Habla de
manjares vacíos
y de estómagos
prominentes.
Habla del ritual
de la salud
y la aspirina.
Habla de la
higiene mental y
de la cura de
sueño.
Habla del miedo.
Del terror a estar solos
-alguna vez-
sin la voz
materna,
sin la caricia
de aquél que engendró,
o el amor del
hombre que
fiel al tiempo
es uno,
de los honores
del cuerpo
a través y
dentro de él.
Habla del incesto,
del conjuro a la
nostalgia,
-presos de la
enfermedad
de lo
insoportable,
de la pérdida,
del juego que
antaño
hacía alegres a
muchos.
Ellos escuchan.
Ambos en su paso
procurando
desviar la cornisa.
Será otro el
principio.
Trinos se oyen
por ahí.
A lo lejos, el
vuelo del niño.
El auto (marchando) hacia el
fondo
Es juego de luces tenue
Es sombra de luz naciendo
Es árbol –matriz y credo-
Que juega entre las miradas
Momento de angustia helada
Tan dentro de mí latiendo
Es súbita cruz e incierto
El ámbito azul –morada
De empecinados aciertos
De cruces de asfixia, raras
Motrices –mil pensamientos
De luces sin sol –privadas.
El auto va ya partiendo.
La tarde progresa en calma
Es súbito, también, infierno,
Que quema la cumbre helada.
La nieve va derritiendo
El puerto –anclaje del alma.
La nieve se va derritiendo
Dejando
el alma en la sábana.
Después...
El ritmo del paso ausente
que abre fuego y
dispara
y clama por
santa Clara
y ríe con todos
sus dientes
y finge
austeramente
mostrando toda
su calma
ahuyenta,
irrisible y clara:
su mano,
perdiendo advierte.
Y llora con gran
deleite
de su propia
indefensión
que sufre su
gran delirio.
La sufre en su
propia voz.
Y clama como
tirano
que ya relegado
en sitio,
-que, como quién
no lo quiso:
perdedor de título
y voz,
ahoga su entraña
feroz
en paños,
miseria y frío.-
Decires sin
lengua lleva.
Callado,
esperando tregua
olvida el falso
clamor
ostenta y augura
voces,
muere como un
gran señor.
Existe de a dos
en dos,
allá donde el
fuego enseña
cenizas de seres
plenos
cenizas que son
condena
llevando la
muerte ajena
siempre hacia el
mismo rincón.
Desechas, ya las
cenizas.
Adónde decir
adiós.
La lectura de los labios
viperinos
callando y mascullando a la
entrepierna de su amante.
Configuran irrisorias
tolderías de enanos.
Del sanatorio para
huérfanos, y locos, y corruptos delincuentes
reconocen el terror de la
injusticia. Son ellos.
Pobres rapaces mercaderes
del temor.
Allá arriba, misericordia,
acompañando sus desganos;
sus temerosos labios
actualizando su desgracia
al llanto y al decoro
hiperbólico
de sus penas. Inermes.
Pobres, pobres.
Que el gran Dios los
acompañe.
Entonces
Para qué me sirve este poema
de carruajes antiguos
y doncellas que esperan
y príncipes que dan la
vuelta al mundo en botines, o en caballos o
en antorchas de fuego
prendidas
resistiendo al viento bravío
del norte...
De qué me sirven las exiguas
carreras y los puntos originales
y las matrices de función
resignada...
De qué me sirven si entrando
por la puerta mayor, habitando esta tierra,
los parajes anteriores de
las calles en que internada fui se me resisten, agobiados,
a una cruz interior de
intensos comentarios...
Esos carruajes con caballos
de fuerza que inspiran
(función inédita de la novela)
a no pisar el barro
y a continuar por pedregosas
calles hasta encontrar
la salida
al gris azul de la empinada
senda.
Y continuar por aquel
tránsito anodino de viboritas y cascabeles
hasta al fin reparar en la
senda del árbol indicado a la cruz.
El que repara bienes de
entraña
el que cose insignias en el
pecho,
el que repara la salud:
aquiescente aquel caminador
de fortuitos emperadores.
Un
vaso de agua. Un trago.
Un vaso de agua,
inmutable...impasible...
puede lograr la revolución.
¡Agua camaleónica en
estados!
¡Falta y sobra de pasión!
Consistente en esencia.
Solo un vaso. Uno.
Y el agua fluye, viva,
y exaspera y llora
híbrida y guerrera
nauseabunda o en vitreaux.
Un vaso de agua. Un trago.
Uno.
Solemne...inquieto...
es revolución.
Una
vez más
(a mi mamá, Susana, por su amor hacia
esta poesía en particular, y por su condición antitética y contrastante con
respecto a María).
María lava la ropa
en el lavabo de atrás.
El imprevisto lavadero
consta de
la canilla y un singular
trozo de manguera
descolorido e impregnado
color terracota.
A cada acto enjuaga, exprime
y vuelve a lavar, retuerce
hasta que la prenda
quedó húmeda y la
cuelga del alambre pendiente
de clavo a clavo.
María lava, y mientras lava
reconoce que su mundo es
más que lo que pudo añorar:
es la princesa de un rey que
la piensa y la nombra,
que le dedica temas por la
radio,
que le trae a colación
escenas
de vídeo por la tele...
Ella sabe: él la ama
pero mientras sigue
exprimiendo ropa
y busca en la alacena
dos saquitos de té
(uno para ella y otro para
él)
ella bebe y él no,
y exprime la ropa y la deja
secar
y terminó con la serie de
secuencias húmedas, una tras
otra,
y hasta todas a la vez,
y resbalan sus manos la taza
que embriaga y ensalza sus
emociones.
María lava y al lavar
la radio le indica
que el tema es para ella
y que ella princesita
y él rey
están juntos por enésima vez
de una vez por todas
y sobre todas las demás
que siguieron siendo una y
otra,
otra o una, a cada vez,
o después de todo quizá
u al revés de todo también
juntas todas
y de a una a la seguidilla
y por consecución.
La
hora
Miró el reloj.
Eran casi las dos de la
tarde.
Quince minutos la separaban
del tiempo real.
Era verano y tomó su abrigo.
En
velo
Un bar
de medianoche.
Las luces
que se apagan.
Tu voz
sigue gimiendo.
Firme.
Ya mañana
la causa será otra.
La prisa, esa loca
Un riel de hilos, fatua...
Aquella, la sonora
voz que instiga y te acomoda
a la silla, instancia calma
de tu ausencia.
¡Dios, suelta las riendas
las sombras, que a tientas
tiñen gris, esta mañana!
Response
No esperaba más respuesta. Y
es la tuya que ha invadido
(razones no tiene el cuerpo-
laúdes tendrá el vacío)
la privacidad de mi alma, el
séptimo velo de Dios.
Será mi actitud un don:
revelaré tu ignorancia.
Crees por ventura ganancia,
en acumular esos brazos,
se multiplican los pasos,
que dirigiste una vez.
Si por casualidad no ves, ni
tu voluntad lo permite
el gran amor que perdiste,
que no volverás a ver...
Si por casualidad no ves,
que heriste lo más sagrado...
y luego cual desandando,
todo un camino hecho a pie,
dejaste de ser aquél que un
día hubo invocado
denigrando lo pasado, que
fue tu escalera al tren.
Y ahora tu cuerpo helado,
grita pidiendo auxilio,
voltea otra vez, ve el
sismo... que ocasionó el desamparo.
Ahora es cuando tus manos,
escriben mensajes, lloran,
manejan poder, pero obran,
con la cobardía de antaño.
Y ahora cuando el recaudo,
no tiene palabras tampoco,
pues cerrado está a tu
enojo: soberbia es tu desengaño.
¡Y aún creía tu mente, que
yo te iba a seguir!
Tan lejos estoy de tí... y
tú me recuerdas tanto...
Razones que tiene el alma...
las debieras explicar.
Sólo palabras nomás... - de
facto ausentas tu encanto-.
Tu usual cobardía no engaña,
presente está adónde vas...
y gran elocuencia la tuya:
estar en dónde no estás.
Llamé a la puerta tres
veces.
Me contestó tu voz,
vacilante,
entre noctámbula y desierta.
Sentí entonces mis respiros,
y la puerta,
o cerrada, o entreabierta,
se abrió.
Verte despacio. A la luz de
la sala.
Descubierta, tu cara; sólo
había vacío.
Explorar ese sitio en que
todo se aclara...
Era noche. En tu voz sólo
había delirio.
Y si algunas caricias pueden
desentonarte...
si unas lágrimas limpias
humedecen mi mano...
si esa morada augusta calla
cuando te hablo...
si tu intrépida marcha es
circunstancia de a dos...
No te aflijas. Sí mira
cuánto hay de mañana
en la tristeza infiel de
quién se ha equivocado.
En la vida hay designios que
a menudo maltratan...
y que llevan el alma entre
espinas y llantos.
Desde el sillón, sentado,
procurando distancia
se rompe un manto blanco de
salinas y de fuego.
Y acercando ésos, mis pasos
-que se juntan con esmero-,
delineo el sentido de mi
cuerpo entre tus manos.
Y enhebramos nuestras rezos,
los conjuros, nuestros brazos,
y morimos lentamente con la
noche y el calor
y la furia de sabernos
penetrados sin salida
nuestros cuerpos, nuestras
vidas, nuestros golpes... sólo dos...
Hoy llamé -lo repito- tres
veces y tu voz
contestó desierta, contestó
vacilante.
No sabía si estaba tu puerta
entreabierta...
o cerrada, para siempre,
tras un golpe terminante.
Ella recogió del molino agua
fresca
y miró con recelo su reflejo
en el agua.
Era fácil pensar que la
imagen devuelta
en instante pleno quedaría
perpetuada.
Se enjuagó levemente cara,
manos y cuerpo
y creyó convencida en el
respiro vital.
Luego miró hacia abajo,
tierra beige y despojada
de matices demorados bajo el
polvo horizontal.
Era aquella tierra tan
agreste como aguda
y reseca por los vientos, y
el calor y pastizales.
Ardían las manos llenas,
frente a la roca dura
y los granos demolían los
pies sobre los andares.
Era necesario devolverle la
humedad
-ese humus fértil que en
algún momento Edén-
esa humedad que ahora,
exhudaba gota a gota
bajo el cielo cobrizo, el
aromo de su piel.
Era necesario devolverle a
la tierra
lo que un momento puro fue
su estado original.
Entonces vibró con ella,
junto al polvo y a la aurora
y plantó juntas sus manos a
través del pedregal.
...
Y se hizo propia y carne de
esa tierra
agreste-aguda.
Se hizo propia y carne de
esa tierra
agreste-aguda.
Acudo
De quién es el grito
de quién el clamor
el que pelea
la rabia
el juego de las
escondidillas
y el arte sublime de crear.
De quién es el ruedo mágico.
Está la puerta entornada.
Está el asiento depuesto.
Está la silla giratoria
y la noria...la rueda que
inclina
y la balanza que pesa
y el gallo que gira
Norte Sur Oeste Este.
¿De quién era el grito?
Escenarios
(1976-1998)
Dos fuentes que ayer el
clero
vaciando la hermosa agua
del Buenos Aires sereno
rompiendo en irrupta saña
-tinte de errático acero-
cubriendo las frentes
calvas.
Dos fuentes -rotundos velos-
que exaltan el agua clara.
Dos fuentes, de plata y
cuero,
llevadas tras las pisadas:
las unas del sueño en velo
al correr la madrugada
cuando la acción es sustento
del ideal que se abraza.
Lo vale el recuerdo entero.
Lo vale; es memoria clara.
Y el cielo -testigo
incierto-
varado ahí en la calzada.
Dos fuentes, la marca, el
sello...
y la guerra estallando en
armas.
La traición trajo el
silencio
de aquellos que hoy ya no
hablan.
Fue Cultura del Silencio
Impuesta a la tierra amada.
Y los ideales perplejos.
Y las columnas en armas.
Opresión la de esos presos
-reclusos
de enfermedad rara-.
Hoy los años que han, atentos,
atestiguan, gritan, claman.
Del árbol, papel caído,
del sueño, que el Puerto
araña...
de la Argentina por dentro:
la guerra estallando en
llamas.
La huella, imborrable sesgo
que antecedió a nuestra alba
dejó el pajonal inquieto.
Marcó un registro de savia.
Un registro, que aquí es
verso.
Y que es roble, y que es
caña.
Dejó al pajonal inquieto
salobre bajo agua rancia.
Y el paso que anduvo
inquieto,
que destrozó puertas
llanas...
La bota de los que fueron
enfermos de patria y de
alma.
La marca, el punzón raído,
del pecho en sangrante saña.
Y el amor todavía erguido...
y el coraje envuelto en
llamas...
La generación del tormento.
Prohibición del ser -“sed nada”-.
O mejor, “sed de los nuestros”
en los Centros, y a las
andas,
ya de Facto; ya despiertos;
clandestinos; fatigadas.
-Cuántas madres.
-Cuántos nietos.
-Cuántos hijos e hijas
claman.
-Cuántos hombres.
-Cuántos versos.
-Cuántos cielos.
-Cuánta rabia.
Es la historia que en su
marcha,
está gritando y sosteniendo
la memoria -nuestra alma-
que nace y llega del pueblo.
Levantando la mirada
-tanto tiempo sobre el
suelo-
con la historia bifurcada
del exilio, del regreso.
O la irrupción abrupta
que fue muerte, represión,
y solemne ejecución
cruel y sistematizada.
Es nuestra Memoria
Argentina:
Postal
MAlvinas
Exhalando un solo paso
demarcando el sitio justo
el corral de los mirajes
a la luz de un
puente-punto...
de la mísera flameaba
sobre la cuenca del centro
en la carta que es postal
el aroma a sobrio ungüento.
En el portal del convicto
de la llama que flamea
en donde la guerra es buena
y el amor sólo un servicio.
Ahí donde el saber es vicio
y tanta la ociosa marca
de la mochila que carga
la síntesis del sentido.
En el portal del convicto
en donde la llama flamea
una Santa Imagen buena
es la imagen del amigo
en que fusiles tendidos
a que tierra y hombre
allegan
rugen cuando los golpea
con ánimos el gatillo.
Y se intercalan las puestas
las víctimas del viraje
de los cordones que, tensos,
en las botas del hombraje
tras las ramas que tropiezan
afianzan con fuerza el
cuero.
Y el empedrado de islas
y el divorcio de conciencias
-objetivo común, a tientas-
los atuendos y ropajes
las doctrinas y los cultos:
entre emblemas temporales.
En donde el grito suena
y en donde despierta el sol
la voz del hombre cambió
por cantos de la Sirena.
Y es la pasión que mira
el ojo de una postal
la fotografía tal
que causa muy grande pena.
Ahí donde la voz cambia
de ser fuerte, a ser
certera.
En donde el vacío llenó
preso en toda su existencia
los respiros quebradizos
de aquél que llega y se
aleja.
Y ese que no piensa escenas
ni que tan solo imagina
solo repite doctrinas
de la voz común que eleva...
-es la voz del mando en alto
que ejecuta “cuerpo a
tierra”-.
Y el azul portal que mira
y el apóstol que no sueña
y la pulcra señal que ciñe
a cada andamio una pena.
Cada escala, cada andamio,
cada regla a su manera
y cada voz de fusil
en cada palabra austera
conjugados en el ojo
del espectador que observa
sobre el mostrador del
kiosco
ya insinuándose la acera.
A
Ellos
Quienes alcanzaron recio
trajín de alféizar y vidrio
son quienes abatidos,
ilesos de la condena
protagonistas de pena
de risa siniestra y miedo
solo han vivido en velo
actitud del complaciente
que ríe y muere a la gente
sellando en el aire, negro
la crema rancia, el desvelo
de los pasajes mortuorios.
¡Gritad, Suciedad Errante
la danza de los conspicuos
fuerte y remache y picos
arcaBUZ...silencio
agobiante!
“que el andar del caminante
ha de seguir su camino”
despeñado ya en las rocas
o en la rotonda en vilo.
A donde quiera que miren
continuará en fino ritmo.
Senior
(a mi papá, Alfredo Ossorio)
Te enamoraste de la
revolución.
Todavía era posible
aún al paso de la historia
donde compartir un manjar
contigo
era América toda
en sus cantos
en sus brotes
en sus risas.
No entendías. Yo tampoco.
Sobre el puente no podíamos
vernos.
Tuvimos que bajar para
mirarnos
y tal vez, reconocer en esa,
tu mirada,
en esos, tus ojos,
la expresión del viento que
sopla
siempre al Este.
De donde nace el Sol.
Donde el policía no te
encuentra.
Donde no estás solo.
Donde soy de tu milagro.
Qué
Dará
Quedará
colgada de un marco
la rebelión del olvido.
Marco de eternos
afluentes...
de tiempos e instantes
perdidos.
Quedará
colgada e impía
a la conciencia evasora
activa,
en el marco
de mi mente
y la
vida...
la rebelión del olvido,
(que no
olvida).
Réquiem
En el monte allí lejano que hoy indico
allí en donde la brisa es fastuosa
donde cada árbol trunca
juegos con su sombra
donde la vista sola incinera
los indicios...
En donde las maderas de
algarrobo son la guía
y las noches entre amigos
son la instancia de creación
y la identidad de un Hombre,
arte, arde va ligero
construyendo el arco en velo
del perfil de una Nación.
Y esa convicción profunda de
convulsionar conciencias
a través de la palabra, a
través del alma erguida,
y de la vida toda su
experiencia adquirida...
en reunión paradigmática con
el estudio y la Ciencia.
No separaste un instante
–por tu talante o tu talento-
desde tu exilio del puerto,
la llama al río adherida.
es que volver es partida, y
partir un duro encuentro
de uno que vuelve queriendo,
y creyendo, todavía.
Hablar hoy del albergue que
contiene todo un tiempo
(y menciono Documentos como
punto de efusión)
y las rimas que, seguidas,
hoy se inspiran en tu aliento;
que tu nombre, con
frecuencia, nos esgrime un gran valor.
Y las causas coetáneas por
las que vibraste en vida
seguirán siendo el ejemplo
de la juventud encendida.
Seguirán caminos varios (el
de ahora y el de entonces)
en donde sembraste abrazos,
entrañables, hay amores.
¡Hoy, Envar El Kadri, hoy
queremos compartirte
con un pensamiento austero y
un pulsor de evocación..!
Hoy queremos compartirte,con
un cariño sincero
y la memoria que demanda ya
tu nombre a la ocasión.
Poesía cuya creación y
recitado responde al Concierto/ homenaje a “Cacho” Envar El Kadri en Buenos
Aires, 1ro de Septiembre de 1998.
Desde
allí
Pasarán las ruedas, los
círculos, los vicios
( pasó ya el alarido, al
clamor del santo)
pasarán las multitudes
pasará el anecdótico punto
de la discusión jocosa
hacia otros mártires...
pasará el ticket de cine
mojado en un pantalón
a formar parte
enciclopédica
de la acumulación
de la ingesta
de conocimiento.
Y el vaso de coca
a la izquierda despegado de
la pierna
y el sandwich de paty
mordiendo la visual
enturbecida.
Y tu presencia ocasional
tu fuerte presencia en mí.
Y el trago y el sorbo
y a la derecha incrustada
y te perdiste ahí,
entre largavistas y en otra
calle.
Otra Lucha Violenta: Relato y Poesía de
un desesperado a su interlocutor en los
momentos previos a su muerte.
Morir de una muerte prematura
morir de una muerte sin testigos
morir de una muerte en la que he sido
objeto síndrome y criatura.
Morir de una muerte ya sin cura
morir de una muerte -errando vino-
morir con el
rostro consumido
por la
enfermedad que no tiene cura.
Morir sin
iglesia y sin reposo.
Morir con el
llanto entre los dedos.
Morir sin
Cristo, sin un Dios y sin los rezos,
en la ventana
gris de mi locura.
Morir errando
por pasillos
-andamios
agravantes por cohecho-
pasares y
penando por los lechos
hasta asumir la
pauta gris de mi amargura.
Morir consumiendo
el resto eterno
de los manjares
que tanto he disipado
cargando bolsos
en el puerto helado
en los inviernos
de esta triste comisura...
-los labios
martirizan mi reposo-
-la
mano izquierda no responde a mis sentidos-
-deshecha
está en pobres, abroquelados
resabios
de movimientos de artificios.-
Estando
en una muerte defectuosa
viviendo
del latido y la agonía
muriendo
en la riña diminuta
...un
fallo de control emancipado...
Muriendo
el desaliento y el enfado:
muriendo
de la causa más abstrusa
muriendo
el cuerpo quieto a un costado:
muriendo
el desaliento y la cordura.
II- Homenaje
Morirás,
compañero.
Te
recuerdo:
Una
noche de gloria de tu infancia
Una
carta a destino tras su errancia
Una
respuesta de emoción al desconsuelo.
Morirás,
compañero, y la pregunta
de
tus ojos al mundo es, ¿aún me ven?
Si
tu lucha no es lucha de vagancia
fue
la lucha de aquellos que hoy no creen.
Morirás,
compañero, y el recuerdo
de
las últimas palabras del dolor
es
saberte tan lejos compañero
de
la vida de los juegos del amor.
El Nombre
I-
A qué se llama fortuna cuando el amor me
traspasa
cuando mirando tu cara veo que sólo soy
palabras de voz absurda, rincón de fuego abrasada,
sonoro llanto que advierte mi muerte en tu corazón.
A qué se llama fortuna cuando esperando te pienso.
Cuando al sentir sólo veo distancia al voltear atrás.
Cuando al rozarte mi mano estalla y me duele y triste
golpea el amor que me diste, aquél que ya no darás.
A qué se llama fortuna. Respiro y me duele el pecho.
Hoy caminé un largo trecho. Escapé al tramo infernal.
Quemé los vicios y mantos. Quemé hojarascas todas.
Reposo en silencio, a solas. Escribo aquí mi pesar.
II-
Fortuna se llama al llanto que porto hoy en el pecho.
Fortuna aquél secreto que prometimos los dos.
Fortuna
estar un día, muy lejos de ti, muy lejos.
Fortuna
dejarte a un lado. Fortuna... decirte adiós.
Aura
Repetir, de
tiempo en tiempo,
la audacia de no
amarte más.
Se quebró el
vigor sin tiempo.
Caminé sin Dios
ni paz.
Rictus
Dime hace cuánto tiempo que
me esperas
que no imagino respuesta qué
darte.
Saludos de miseria no
frecuentes
sonrisas de tristeza de
esperarte.
Si cuando alguna vez poder
decirte que te quiero
que el tiempo que llevó la
burla lo bautizo
que la radiografía del monte
así lo quiso
que en cuanto que es inmenso
solo es valle.
Que muchas flores y romanzas
yo cultivo
y que crecen tras el paso de
mi aplomo
que de lejos te miro y solo
observo:
que cuando solo observo río
al foro.
Que mañana cuando llueva no
miraré más lejos
que a la tarde cuando crezca
aquel crisol de oro
que a la angustia desde
entonces, tan sutil, que la aborrezco
y que con el porte del
árbol, así fuerte yo me entono.
Que mañana cuando llueva no
miraré más lejos
tan cerca, tan cerca
entonces habrás estado...
en las pieles, en los
montes, en las calles ajenas
y en el perfume abrupto que
irrumpa a los costados.
Materiales
de Novela
Material de Novela.
Material que pudiera
servir en los altares
reescribiendo las escenas
que reían los juglares
que bailaban las meseras
-periferia aquellos bares-
recordando las actrices
de films finiseculares.
Materiales de Novela
compuestas de personajes
tantas caras -la reseña-
del camino -intraoculares.
Materiales, materiales.
Herramientas de un destino
conglomerados de azares
convocados a un camino.
Relato
I
Cuando las vísperas
preanunciando están
su ocaso...
Serán quizá
lágrimas
del estanciero
plasmando,
buscando en Occidente
el río en qué bañarse,
en qué sudar de nuevo.
El veneno impregnó
sus plantas, sus cultivos.
No le importó -más.
Supo. Sabía
que el accidente venidero
sí sería fatal.
La muerte del cencerro y
de sus campanadas.
La creación opacándose
como nubes sobre el puerto
desquitando su malicia
sobre el salero de plata.
Inquisidoras preguntas
lo ahuyentaban hacia
la mecha embebida en
alcohol.
El cigarro permanecía
apagado.
Aún fumarlo le significaría
el último respiro
-aspiraciones, suspiros-...
Tránsito unívoco-.
Los despojos que no fueron.
Tristes.
Relato
II
Las vísperas llamaron
a gravitar los despojos
de muertos de antaño
de papel reciclado
de la rueda de la fortuna
que gira y entonces, gira,
y clausal es en su análisis
y que cuando pierde en su
vigilia
los colores, las romanzas,
y la tranquilidad regresa a
su casa
y el ‘déspota del estío
llora...
Y cuando ya el cuerpo es
otro
y la mirada ducha
y el instar del caminante
corre hacia afuera aún más.
Y se termina la alquimia
y esa magia que los magos
solo saben crear...
Y el instar del caminante
lejano ya
aumenta las distancias
entre convictos y guerreros
y los maderos de los puertos
han comenzado a pudrirse
y la caricia en el sintagma
vuelve a fluir, neta,
y el reencuentro no respeta
confluencias del pasado...
La retina quemada
absolutamente
por la sal y el limón
de esteras vergonzosas
que no llaman ya, ni piden
auxilio,
la conciencia de la
distancia
que sabe abrir otros mundos
que sabe patear maricas
que sabe apoltronarse feliz
dejando en velo el sueño de
los pobres...
Y la reuma que ha de atacar
la corteza cerebral y el
cráneo
y las minúsculas tropillas
de estopa
del tiempo vacío
y del destructivo ocio
y del amor moreno
y del matiz certero
de caricias deliciosas
continuas
convocando
desbocando
su salida al azar y al
gris azul de la empinada
senda.
Paréntesis
Paréntesis. Tiempo.
Entonces quiero darme
cuenta,
donde estás, dónde te
encuentro.
Desfilas fresco, reciente,
por mi mente, ahí te tengo.
Quisiera plasmar este
afluente
en la dimensión terca del
viento.
Estás y no estás. ¿Qué
sientes
al ocupar el recinto
de construcción del
presente.
En quién piensas...-¿cómo
digo?
¿Quién despierta a tu mirada
la admiración encubierta
el deseo, esa revuelta
confusión de desafíos?
¿Cómo te encuentro? -¿lo
haré?-
A quién recurro que sepa
decirme si al recordar
mi austera presencia
inquieta...
Y en tu cabeza ajena
y en tus ojos, azabache,
y en mi obsesión obtusa
y en mi paso, por ti errante
Y en el fluir de la sangre
y en la concesión de brumas
de tu imagen a mi imagen,
en la histeria y la locura!
Respiro. Me balanceo.
Cuento hasta diez. Me
estiro.
Más calmada, ya no pienso:
¡Encontrarte, necesito!
Manuscritos
Sonoras las
campanas que anuncian tu muerte;
llorando se
acercan, gimiendo se pierden.
Sonoras las
campanas que el viento acaricia
las mueve a un
costado, las sopla la brisa.
Sonoras las
campanas que acercan augurios
escalofríos
restantes de ausentes tugurios.
La noche, de
loca se pinta y desvela
y duerme
gloriosa, su alma está en pena.
Sonoras las
campanas del verde arlequín
que finge y que
sueña hacia otro jardín.
Sonoro el llanto
pleno de los ruiseñores
que queman su
alma llorando a montones.
Sonoro aquel
sueño de vientos amargos
que ríen,
risueños, que mofan su engaño.
Heladas las
prisas de los ruiseñores
que afilan
espadas y hieren entonces.
Absurda la hiena
que reza e implora
la virtud ajena
y luego perdona.
Las almas
restantes, esas que siempre velan.
La brisa está
calma. El sueño está en pena.
Poesía a La
Rioja
Geografía estática, de
colores inmersa,
nunca cambias, nunca: tu
suelo es firmeza
tu corazón el movimiento, la
esencia es certera
y tu coraza, genuina, y
agreste la tierra.
Mis creencias divagan
pensándote, tierra,
la filosofía del tiempo
irrumpe en mí, no juega,
y define en mi memoria los
momentos que ahora elevan:
no es cuánto tiempo fue,
sino cómo fue y qué queda.
¡Geografía de mis vientos
que ahora llamas a mi puerta
cuando tengo una defensa
escondida tras el alma!
Que no saca el fuerte hierro
para eludir la amargura...
es más fuerte, fiera y dura,
y cuanto más llega, más sangra.
Y los robles ostentosos que
aún me mantiene viva
son aquellos que absorbieron
en su momento la vida...
son aquellos que testigos de
un lapso precedente
hoy me arrancan lo más
hondo: queda el alma incandescente.
Y rebrotan del deseo azahares
insurgentes
y la naranja amarga, y el
carnaval dormido.
Todas esas calles llanas que
el tiempo y la memoria
mi mente y mi descanso de la
vida han recorrido.
Se revuelven otra vez en mi
gusto y mi memoria
el paso tranquilo y
lánguido, la exploración suburbana
la brusca verdad que abarca
a la miseria y al olvido...
la fortaleza del hombre
atravesando montañas.
Y en fin así el tiempo pasa,
va y vuelve y se queda
encumbrándose en ideas,
registrándose en palabras
enraizándose en las almas de
todos los seres vivos...
no es cuánto tiempo se ha
ido, sino cómo el tiempo pasa.
Vital
Reparto soledad a la puerta
de la Iglesia
donde Cristo impera vivo a
la luz de sus palabras.
Repartiendo soledades como
pan o como trigo
despoblando fondos vivos,
despojados y a las andas.
No hay abrazo; nadie abraza
al herido, al lisiado.
Sucede como en la cruz,
Cristo vivo al desamparo.
Lloran los ojos, el rostro;
llora el cuerpo el llanto amargo
la bebida silenciosa... el madero ... el viento helado.
Articulo soledades al refugio
de mi espalda.
Articulo nombres nuevos,
tiempos nuevos, nuevas caras.
Desabrigo soledades que
pasean el gamulán
por las calles, por los puertos, por el tiempo, en la ciudad.
Y cultivo mis tristezas en
la tierra humedecida
quizás para que enterradas, no pueda verlas vivas.
Brotan después sus
plantas... bajo tierra...yo las veo...
¡cómo cortar esos brotes,
cómo secarlas a fuego!
Panorama
Un tornillo, un zapato,
Una nimia aparición dantesca
Un camino, casi ecléctico,
Una cuenta inaugural y presta.
Una historia, el descuello
De dos roces temporales, presas
Las hormigas, de torturas
De caminos de irritables cuestas.
Fingen, tras la bruma,
Rostros de señores casi iguales.
Son las caras, del vacío
De los pasos que anduvieron tras vitrales.
Temporales, desalmados
Juegan tristes con sus palmas fieras
Y arremeten, y desdicen
Lo que el cúmulo inventó sobre ellas.
Con la calma, con la dicha
La desdicha ya deviene en ciega.
Nadie ve, no es mortal
-percepciones de cera ligera-.
Y al final, sobre el modo
En que el canto se hizo rocío
La mañana, turbulenta,
Abrió el sueño del hombre dormido.
Ab
Cristus
Tan ausente de
aquellos pensamientos susceptibles.
Tan presente en
la memoria del olvido.
Tan desdibujada
del circuito de los héroes.
Hay señales. Veo
quimeras. Surgen treguas. Hay testigos.
Tan ausente de
aquella armonía mañanera.
Tan hostil al
resguardo que deviene con la aurora.
Tan presente en
las entrañas que consumen mi madera.
Tan presente en
los signos vacilantes de Pandora.
Tan ausente de
tu vida cuando llego yo al final.
Tan
dolorosamente presente a mis rincones.
Es tanta la
indulgencia que me inhibe a no penar.
Es mucha la
violencia del silencio de tus dones.
La carta, distraída, cayó
entre sus manos.
Su letra manuscrita
distinguida en azul.
Sus rasgos redondeados describían un nombre.
Mencionaban tu nombre: sobre
el papel, la luz.
En un largo y extenso
devenir de ideas
y una letra ilegible por
mirarla a distancia
entre las manos de ella se
despliega el mensaje.
La recorre su vista, pero no
lee entonces nada.
Me impactó al instante su
serenidad valiente
si es cierto que es tal, o
si es resignación.
Mi ausencia presente en el
instante fue duelo:
¿quién te envía la carta?
¿Por qué te la escribió?
Hoy miro tu rostro, como
siempre no hay rastro
ni posible hallazgo a
conocer. Estás sereno.
Mi imposible rastro me lleva
a perder lejos
tu huella y los reflejos...
y mi fuerza es desdén.
Empezar desde cero y
contarte hecho a un lado
y saber demorada mi
aflicción.
A un costado veo vida que te
llega entre llantos...
y esa vida y la mía quiebran
ciclos, las dos.
El
Vuelo
Espiando en el espacio, como
estás, pequeña ave
observo tu carrera dispar
contra el viento.
El es mucho, abarca tanto...
y disperso
comprime al aire la fuerza
de su arrastre.
Impermeable, no te deja
llegar.
Pero la obsesiva luz de la
voluntad
(esperanza innata de
momentos jugadores)
mas te arrastra que la
propia tempestad.
Luchas y sobrevuelas el
espíritu del viento.
Y retrocedes ante el empuje
de la corriente veloz.
Luchas y caes. Vuelves,
luchas y caes.
Inmolado el pensamiento,
nula la razón
solo permanece indemne la
certera sensación:
que llegar a tu lugar es
previo esfuerzo.
Vuelves a luchar. Vuelves a
caer.
Tu existir ya está abatido,
no tu ser.
Me acerco y te miro. Me
miras tu a mí
traspasando el límite
material de estar aquí.
Fuimos el presente. Ahora
sólo soy.
Porque al fin sobrevolaste,
tu deseo, tu obsesión.
Y ese lugar físico
que aguardaba tu presencia
se aventura ahora
más allá de toda esencia
donde encuentras la belleza
en el principio del ser,
en ese mundo que es complejo
e increíble de entender.
¿acaso un camino es menos bonito por haber espinas en los matorrales que lo bordean?
Los viajeros siguen su camino, dejando a las espinas aburrirse en
donde están.
STENDHAL
Ahora
El laúd está desvencijado.
Los ojos se abren,
poco a poco.
Y la conciencia avizora
otros gritos
más lejanos, postergados.
Cuando la vista va
adquiriendo cierta tonalidad,
la incineración de viejos
papeles
y el cutis arde,
y la conciencia sigue
llamando
con sus gritos de desvelos
nocturnos,
la luna cae al territorio
más inhóspito.
El más poblado: es el
territorio del alma.
Y no existe criterio alguno
que ampare
la risa de otros labios.
Ya no existe la tardía
sumisión
a la mano que otorga, húmeda
y jocosa,
limosnas.
Ya no existe el laúd que
vibraba
armoniosamente su melodía
incauta.
Somos viajeros.
Viajeros del espacio terreno
aunándonos en matorrales
de hierba, de flores,
de espinas sanguinolentas.
Pocos somos viajeros.
Solo los que, irrespetuosos
del tránsito anodino,
queremos vivir.
Allá
Échale más nueces al perico.
Que hable, -(que no calla.)
Si muertas sus gracias de
viernes me aflijo
no importa -te digo- que
hable, (no calla).
Camino de nuevo, transijo el
camino
renuente del sello que
otorga la maña
escudero del tiempo es el
alma, y vacío
el manto que aviene consigo
el mañana.
¡Hoy! -grito y quiero
embotarte de cáñamo.
Hoy, más que siempre el
afecto te anega.
No tengo del alma virtud
suficiente
ni tengo en mi santo humana
caldera.
Échale suerte de intrigas al
tiempo.
Que hable. Que hable.
Terreno del sol es el pueblo
indolente
que mira y acorta instancias
de agüero.
Camino de nuevo, transijo el
camino
renuente del sello que
otorga la maña.
Escudero del tiempo es el
alma, y vacío
el manto que aviene consigo
el mañana.
Era una gran
masa de cemento que refractaba la luz,
y uno creía que
era el cielo que a uno lo estaba mirando.
El gran cruce de
cables que mecía al sur
sobre vendavales
de occidente andando.
La dupla
hexagonal de viejas situaciones.
El verbo
mordisqueando pasiones anteriores.
El sistema
nervioso quebrando las cornisas,
de viejos
abandonos citados sin prisa.
Era una gran
masa de cemento resquebrajado:
mostraba los
rayos del silencio citado.
Era todo masa,
informe y gris,
que descollaba
al fondo del cielo y su matiz.
Acerca
de certezas...
Creo que era él,
creo que era yo...
creo que éramos
dos, confundidos,
en el entorno transpuesto de
un nexo.
Facultad disímil del verso
que tras el desface de horas
administra aquél tiempo
inconexo
en partida indigente de
auroras.
¡Es vorágine plena de
enredos
de la mística
enmendadora...!
Y arrulla cuál vuelo supremo
el paso al inverso, un
segundo,
el gogol, el causal, el
efecto
y los dioses y espectros,
las galerías...el punto.
No alcanzan la huella del
paso
del ímpetu transmutador.
Como el juego del vasto
prensario
del sentir innovador.
Y es en cálida furnia que
ostenta
no mas fuentes de humano
sentido...
y convergen los ruidos de
ausencia
y disipan instantes
fallidos...
Y se callan. No van más
lejos.
Se resienten. Franquicia y
paz.
Aún creo -satura el verso-.
Certezas no habrá jamás.
Intemporal
El nombre que fue
de uno,
los ojos, herida
viva
las voces que otras
vidas
allá lejos
anunciaran...
La muerte solemne y
ríspida,
el sol, que
candente y áspero,
el entrecejo nublaran...
las voces que se
hallan vivas.
La muerte solemne y
muerte
el sol que ya atrae
despojos
destiempos de otros
enojos,
gargantas
quebradas, ríspidas...
Rosales del tiempo
áureo,
mareos de noches de
insomnio
murmullos después,
asombros,
escombros que dejan
vivas...
Huellas de otras
edades,
saberes de otros
tiempos
edades de otras
edades
dolores de vena y
acero.
Allá por los
madrigales
en los que confían
los muertos,
el odio, voz de
arrabales...
Amor, todavía no
has muerto.
Ellos
I
Comieron. Bebieron.
Llenaron sus platos de
espigas secas.
Las mojaron con vinagre y
se las llevaron a la boca
resueltamente.
Desollaron más tarde medio
kilo de tomate.
Lo rellenaron, pimienta y
sal en mano,
con huevo frito.
Estrecharon sus fauces,
animales
...convictos,
y arrimaron en sí escenas
del paisaje.
No sabían, pobres!, No
sabían...
escenas de la lucha
cotidiana.
Escenas de una víspera
aindiada
escenas del reloj del
combatiente
...de la coma y el Eros
reticente
[d].-
II
Cuando voló de la cama al
aeropuerto
miró que no eran rosas sino
esclavas
mujeres varadas en Paraíso
las hormigas entregando en
telarañas
su vida.
28-03-97
Dejaron la puerta
semiabierta.
La abrieron.
Cerraron -los labios.
Abrieron ventanales que,
antaño,
servían de prisma y de
consuelo.
Cerraron -los brazos.
Los cruzaron, esperando.
Desesperadamente -abiertos.
Vuelvo
(A
Luis “El Ñato” Iglesias)
Vuelvo del espacio de lo ajeno.
Vuelvo hacia el momento en que soy otro.
Nazco con la vida, después sueño
en qué instancias de la vida me incorporo.
Estoy. Más allá del firme suelo que no piso.
Estoy. Y miro en la distancia de tus ojos.
¿Por qué lloras? ¿No entiendes que de nuevo yo comienzo?
¿No entiendes que soy fuerza bajo el cielo de este cosmos?
Lágrimas y llanto –nombre unívoco de muerte-
que Occidente nos impone como emblema de despojo...
La muerte no es tal, sino sólo la apariencia
de un camino que despierta al abrir de otros ojos.
La palabra innominable que es inicio, causa y fin,
determina en cada paso, fin, causa y principio.
Y despliego mi conciencia sobre el cielo, que está gris,
y me elevo todavía más allá de lo finito.
Es palabra muy odiosa la del término absoluto.
Discontinua y lejana, en su magnificencia.
Soberbia es clausurar la vida a un solo estado
pues refuta este concepto al concepto “trascendencia”.
El nombre conocido, cuya acepción es Dios,
Padre nuestro nominado de manera aproximada,
adyacencia fortuita del espíritu más fuerte,
estás en mí latente, como mi alma entre tu alma.
Y es cierto que jugamos con los dados a esta vida...
más el azar no es juego, sino designio intermitente...
y la contingencia es juego, inesperado, y es la fuente,
de otros designio-juego que son causa consecuente.
Y la fortuna oscila entre el azar y el destino
y el destino se debate entre el azar y la predestinación,
y cuando vacilamos entre la fortaleza y el miedo,
a través del albedrío encaminamos nuestra acción.
Y juego. Y añoro. Y
recuerdo. Y los beso.
Yo soy Luis,
argentino, nativo o por opción.
Espejo, como Ustedes,
de una firme creencia:
¡Argentina!
¡Argentinos! ¡Somos nuestra Nación!
La
muralla
Los recodos de una calle de
una multitud enfermiza
en los pasos y en el tiempo
han dibujado
series de inquilinos de
conquista
sobre el tropo de la risa
denostado.
Las sandalias no caminan más
que aprisa
las leyes del refugio en que
han vivido :
la primera casa de los
sueños, que oniriza,
y que se escabulle sobre
territorios vagos.
Avanzan las sandalias sobre
el suelo de madera
y sobre la opresión de la
letra de un mensaje.
Avanzan sobre prisas y
escaleras
reposan en los puertos, los
parajes de una calle.
Al reposar, el silencio de
una mente
busca entre los ruidos que
la acalla
el diario de la noche,
(pluma, Fuente),
el deber decir; el fuego de
una hornalla.
Fingen trazar con los rasgos
de la tinta
efigies, confesiones de
simultaneidad.
Hijos de padres de gustosos
deleites
que empeñan los veinte en
veinticinco más.
Los recodos de una calle de
una multitud enfermiza
en los pasos y en el tiempo
han dibujado
ya no series de inquilinos
de conquista
sino series de inquilinos
conquistados.
El
que rumea
Escribes. Das la vuelta al universo para decirme
Que el asado está listo
Que se acabaron las flores,
Que el manto áureo no parirá
nunca más.
Que no soy más yo,
Porque tú, mi insigne torpe
amante,
Jamás vendrás.
Un día de éstos
La
basura del martes está apoyada tras la puerta.
Hoy,
jueves
y
salgo a recorrer las angostas calles
del
paraje del puerto.
Espero
el domingo
para
reavivar la flama
del
enunciado
-que te invoca.
Pasaron
tres años; ya los ojos
volvieron
a ser el principio
de
un cartel corredizo ...
“quizás
te habrías acercado
apelando
a tu carácter de hombre débil”
pero
se trata de pautas que exigen
el
tránsito inestable,
las
direcciones casuales,
sus
curvas;
pisa
una baldoza, ya otra; el cordón de la vereda,
máxime
el que pisa derecho
a
paso llano y seguro,
el
pasaje de una calle.
Saberte
arrebatado y empeñar una palabra,
-tus
labios,
-las
manos,
que
se encierran, llaman, abren, crean,
acompañan
(el refugio),
los
acentos paulatinos,
el
ángulo, la génesis,
el
reflejo
de
un impacto cerebral.
Tres
años pasados
y
creciente
la
matríz que honra
la
brevedad del paseo.
Martes
célibe
La
chaqueta de algodón está colgada de la puerta.
El
pantalón de tela gira en torno a la ventana.
Las
pantaletas, la frisa y la bambula esperan
dobladitos
en un cajón.
Hiere
el fierro.
Mañana
doblarán las campanas.
Un
miércoles trece
y
todavía la espera.
Alguien
construye frente a casa un edificio.
El
campo ritual, vacío, fresco
y
la función onírica del llano.
Alguien
construye viento frente a casa.
Alguien
construye.
Mañana
la guarida del faisán quedará al descubierto.
(Risas).
Mañana
todavía es pronto.
Mañana,
porque el cuerpo rinde hoy.
La
carne es débil – alguien dijo.
La
ventana está abierta.
Alguien
mira.
La
camisa se planchó solita,
con
la humedad del agua.
Yo
miro. Transeúntes.
Multitud-es.
Quizá
mañana la cornisa
doble
en ángulo agudo.
Quizá
mañana el pijama
me
rinda tributo.
El
teléfono suena.
En
velo, contesto.
El Extramuro
No me reconozco en
esta gloriosa incertidumbre
de saberme tan
lejos del mundo, del océano,
del alcance de
las artes mágicas,
del mal y de la
gloria consabida,
de futuras
huellas que solo dejarán una marca noctámbula.
No me reconozco
en el dolor y en la angustia de la gente
que sufre al
gemido de la distancia ignota
que ve el ayer
como una página ríspida y cobarde
plena de sueños,
de dolores, de suturas y de ensueños condenables.
Es inmutable
ayer. La perspectiva es única.
Hoy ya no me
reconozco.
No miro más a
los ojos de la gente que pasa.
Porque es como
un chasquido la existencia,
...un encuentro
sutil de palmas frente al pueblo...
una mueca falaz
que no coordina las palabras.
De cara a tu
ausencia próxima
en la
interminable queja del dolor que sugiere
paz, alguna vez,
triunfo
en el camino
hacia el centro de los ojos del sol...
aún, en medio de
mi desconocimiento más real...
he de
reconocerte
vislumbrando
en tu rostro
único
la causa que dé
sentido verdadero a mi existencia.
Gentilhomme
Alegría que
congela el estómago, los huesos, la respiración.
Se exhudan gotas
de sudor candoroso.
Tu cuerpo
persigue a mi cuerpo revueltos entre sábanas.
Tu voz es la de
aquél que pergeña de los futuros ruidos.
Post modern
Ya la llamarás
Ya la llamarás
¡xilofón..!
Ya lo dijo
Hermes
Ya lo dijo
Hermes
ahjá, aja-ohhjá,
“café c/ leche”.
Camina de
costado
Camina de
costado
¡Cuidado la
vereda!
Camino...
cortado.
Grrrr..grrr...miau...
Auájjjrrr-
pollo.
Les gusta a los
gatos.
-glup!!!
La llamas-barás
La llamas-barás
¡xilofón!..
Habéis arribado.