martes, 6 de octubre de 2009

Entonces

Para qué me sirve este poema
de carruajes antiguos
y doncellas que esperan
y príncipes que dan la vuelta al mundo en botines, o en caballos o
en antorchas de fuego prendidas
resistiendo al viento bravío del norte...

De qué me sirven las exiguas carreras y los puntos originales
y las matrices de función resignada...
De qué me sirven si entrando por la puerta mayor, habitando esta tierra,
los parajes anteriores de las calles en que internada fui se me resisten, agobiados,
a una cruz interior de intensos comentarios...

Esos carruajes con caballos de fuerza que inspiran
(función inédita de la novela)
a no pisar el barro
y a continuar por pedregosas calles hasta encontrar
la salida
al gris azul de la empinada senda.

Y continuar por aquel tránsito anodino de viboritas y cascabeles
hasta al fin reparar en la senda del árbol indicado a la cruz.
El que repara bienes de entraña
el que cose insignias en el pecho,
el que repara la salud:
aquiescente aquel caminador de fortuitos emperadores.

La escena

La lectura de los labios viperinos
callando y mascullando a la entrepierna de su amante.
Configuran irrisorias tolderías de enanos.
Del sanatorio para huérfanos, y locos, y corruptos delincuentes
reconocen el terror de la injusticia. Son ellos.
Pobres rapaces mercaderes del temor.
Allá arriba, misericordia, acompañando sus desganos;
sus temerosos labios actualizando su desgracia
al llanto y al decoro hiperbólico
de sus penas. Inermes.
Pobres, pobres.
Que el gran Dios los acompañe.

Después...

El ritmo del paso ausente
que abre fuego y dispara
y clama por santa Clara
y ríe con todos sus dientes
y finge austeramente
mostrando toda su calma
ahuyenta, irrisible y clara:
su mano, perdiendo advierte.

Y llora con gran deleite
de su propia indefensión
que sufre su gran delirio.
La sufre en su propia voz.
Y clama como tirano
que ya relegado en sitio,
-que, como quién no lo quiso:
perdedor de título y voz,
ahoga su entraña feroz
en paños, miseria y frío.-

Decires sin lengua lleva.
Callado, esperando tregua
olvida el falso clamor
ostenta y augura voces,
muere como un gran señor.
Existe de a dos en dos,
allá donde el fuego enseña
cenizas de seres plenos
cenizas que son condena
llevando la muerte ajena
siempre hacia el mismo rincón.

Desechas, ya las cenizas.
Adónde decir adiós.

El auto marchando hacia el fondo

Es juego de luces tenue
Es sombra de luz naciendo
Es árbol –matriz y credo-
Que juega entre las miradas

Momento de angustia helada
Tan dentro de mí latiendo
Es súbita cruz e incierto
El ámbito azul –morada

De empecinados aciertos
De cruces de asfixia, raras
Motrices –mil pensamientos
De luces sin sol –privadas.

El auto va ya partiendo.
La tarde progresa en calma
Es súbito, también, infierno,
Que quema la cumbre helada.

La nieve va derritiendo
El puerto –anclaje del alma.
La nieve se va derritiendo
Dejando el alma en la sábana.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Tratado sobre la muerte del ángel

Nació ayer.
El día inaugural,
el segmento simple.
Breve día.

Premonición...
Acento ducho...
Acechanzas –ha arrojado.
Amenaza muda, sombría.

Muerte hacia el futuro de los que han sido alguna vez.
Muerte del presente de los que de poder no han sido.

N o -e s- n a d a.

Viene y se persigna frente nuestro.
Lleva en su mano
el Pater Noster.
Habla del oráculo,
de su necesariedad,
de las efigies de Egipto,
del azar y la rupia;
de los designios causales.

Habla de la aventura del cautiverio.
Habla de lo inexplicable.
Habla de manjares vacíos
y de estómagos prominentes.

Habla del ritual de la salud
y la aspirina.
Habla de la higiene mental y
de la cura de sueño.

Habla del miedo. Del terror a estar solos
-alguna vez-
sin la voz materna,
sin la caricia de aquél que engendró,
o el amor del hombre que
fiel al tiempo es uno,
de los honores del cuerpo
a través y dentro de él.


Habla del incesto,
del conjuro a la nostalgia,
-presos de la enfermedad
de lo insoportable,
de la pérdida,
del juego que antaño
hacía alegres a muchos.

Ellos escuchan.
Ambos en su paso
procurando desviar la cornisa.
Será otro el principio.

Trinos se oyen por ahí.
A lo lejos, el vuelo del niño.

ELLOS

Ellos
Alguien se retrajo al mirarla de cerca.
No pensaba ni creía.
Las gotas transmigraban en la esencia del viento
azotes turbulentos de miradas sombrías.

Alguien -se diría- que al mirarla de cerca
cualquiera en un momento, impronta de un lugar,
afirmaría al irrupto infrigir de su hombría
las salidas tardías del intenso temporal.

No faltaban al mármol de su aire impetuoso
promiscuos laberintos de tierra y de fuego;
elemento del agua, que viva fluye y corre,
elemento del tiempo que fracciona el regreso.

No buscaba ya riñas a los alrededores
flanqueaban sus orillas ardides austeros,
referentes de olvido que en edades tempranas...
desvarío casual de los giros eternos.

La miraba de cerca -como entonces decía-
penetrando un submundo de compuertas abiertas
los detalles del cuerpo asomaban al aire
y la vista y sus manos aguardaban serenas.

Y el arrojo del tacto en su cuello despierto
y el placer de unos besos en la oscuridad
y la lluvia insinuante elevando sus rostros:
dos efigies, dos monstruos, dos llamados a amar.

Las antiguas liturgias de los centros lejanos
los constantes desdeños a los mitos de entonces
las insignes victorias de los retos velados:
cotidianos andamios despojados de voces.

Con las horas, el estío -reposo de lluvia-
brilló, al brillar la primera madrugada.
Ellos dialogaban. No había voz. No había rezos.
Ellos eran dos. Eran uno. Eran todo. Eran nada.

martes, 18 de agosto de 2009

La Espera

Un sillón de tres plazas que está junto a la pared.
Almohadones de encuentro en desorden extático.
Y sus finas capas de tela de entramados
con los bordes rasgados...

El sillón de tres plazas que permanece indemne
y chalecos de cuero respaldando su aplomo
inmutables cordones aseguran la guarda
enclavando su talla, abrigando el reposo.

Y solo voces solas llaman, salientes postreras
de la luz de la sala, del intacto recinto.
Son los cuadros del arte, de los tantos matices
que la grima del iris escudriña sin tino.

Y una marca de apego, una risa, el resabio
de enclíticas miradas... la garganta inquietante.
Una lucha en un muelle contra vientos tranquilos
y en la estera de pinos, la explanada brillante.

Retiemblan gruesos labios de alfalfa y de musgo
y el garrote –tenue látigo- azota bravío;
motín en las tranqueras –la manada salvaje-
y los fuelles azotando airosos molinos.

Diestras manos deciden, sin lujuria ni encono.
Diestras manos que arriendan aire henchido de bramidos.
En los círculos de doma las criaturas empolvadas
agitando agobiantes sales, vértigo y casquijos.

En el centro de la sala, estancadas las huertas.
A través de la sala, los andares esquivos.
Y una espera calma, no arremete ni intriga.
Es inercia, es fatiga... es espera y es tanta...

Y el reloj no se para. Es que tras las cortinas
esas voces que llaman, su certera premura...
y los ojos clavados como en tenue vigía
de una sala vacía, y un sillón, y pinturas.

viernes, 7 de agosto de 2009

Las reas

Una voz ajena, que es hilo de tanza
embriaga las ansias del roble penitente
el canto distinguido sobre árida pendiente
olvida y lleva a cuestas la piel de las andanzas.

Y a cuestas lleva, la displicente vista
del punto orgánico terroso
a la maraña oceánica
son tantas las promesas, y la carrera, incierta,
y el paso que despierta ya persigue y no desanda.

Y es en vibrante canto en que presencias lejanas
rasgan con fiereza la distancia ignota.
Sonríen ya ilusas, las reas encercadas
encallando en la piedra los rasgos de sus horas.

Se afincan trillados cascotes enjutos.
Se rozan con la bruma trozos de vanidades.
De aquellas carnes blandas que arguyen necedades
se lavan la sangre cuantiosa en su culpa ...

Las espuelas se clavan al relincho salvaje
de la libre cintura ensillada con fuego.
El galope del aire es escondrijo del vientre
que crece y se retuerce y baraja los miedos.

Y en renuente litigio,
las pezuñas marmóreas,
afianzan la bravura
de la pincelada al cuadro .

Pintan de hartazgo la estopa ,
esas ilusas reas,
que deambulan por la arena,
y se herrumbran entre norias.

Y que esculpen con sus manos
la mirada brillante
el fragante elixir de los mares incestuosos...
y que surcan los espacios de la piedra caliza:
su andamiaje es, ya sin prisa,
la partida y el retorno.

martes, 4 de agosto de 2009

El Regreso

Fue así que del polvo al cuerpo transmigró...
fue la fuga disipada del centro certero
del árbol sin raíces, de la voz sin tono,
de registros sin calco, de pasados desvelos.

Fue cercenada fatiga montada tras la acera.

...alumbraban los faroles...-las canciones estridentes-...
encallados en la cera -( punto estanco el del ausente)...
Dibujados en la acera, la vidriera preparada
(Punto estanco el del ausente) -una imagen más que clara.

Y hubo puertos que ensoñando así las noches y los días,
no flanqueando las señales de la ecuestre mar en celo
ni el aroma de las sales; del laúd se profería
un acorde imprevisto: Punto Estanco el de los muertos.

Y la vida traspasó las carencias del pre-nombre.
De las pieles que los cuerpos han llamado.
Su figura que del polvo y del pre-nombre se han formado,
de los rítmicos balances sin la Cruz y sin Poniente.
Punto Estanco el de las venas que se henchían
-la violencia embarcada tras las huestes de sus sexos-.
Ausencia ocre de fatal alevosía
de aquel libro absorbido tras el mimbre de los dedos.

Y de la mano doliente; y de la Luz de Aquél que hoy
-otoño allá en la hacienda que se enciende-
como ramas en la puesta de la luz de aquel farol
ese otoño desterrando las carreras incipientes.

A la entraña de esos nombres, a las pieles,
a la vista observadora - la del perro cimarrón-
esa que se agudiza, clara, muestra, agota, vuelve;
se encarama a la salina gris de un pantalón
se encarama a las obtusas piernas que se pierden.

Y vuelve a las colinas de los ratos abrasivos
vuelve a las colinas del farol que el Facto enciende.
Vuelve, y esos lechos sin aletas y sin brazos
vuelve al centro -el retorno del hogar, columna indemne-.

Y azuzando los afluentes de ese río que nadó
nada el río, nada el fuego, nada el viento, nada el muelle.
Nada el sexo, nada el fuego tortuoso del pantalón
acusando a la fatiga de la seña ya creciente.

Vuelve.
Desaparecidos
tras el cierre del farol.
Vuelve.
Y lo encienden.

domingo, 2 de agosto de 2009

Vanessa

El matiz de la penumbra amortiguada en la piedra
se despliega irreverente azul-grisácea y muda.
El surco irregular bajo sumisa bruma
descalza a las figuras de su eco que resuena.

Humedad del reflejo que a los muros despeja
de las voces tendidas en estares de fuga.
Las cantinas invitan al resguardo sereno
de las noches en pleno -son guaridas ocultas-.

Y ella reía fuerte. Y callaba, mirando...
y reía más fuerte su estaticidad de volcán.
Fulguraban blanquecinas las lámparas del techo
y la cantina vibraba a la luz del ventanal.

Y ella se pensaba naufragando en los puertos
cuyos enseres plenos la vil matriz emplea
los hijos de una noche, de la vida sin cabos,
y de Cristos desvelados -tras crujientes puertas.

Y ella reía fuerte. Su fe y su fatiga
emplomadas junto a ella - sin contorno ni color.-
Y acepta el fuerte trago que el débil pulso arrea.
Y tras su ligereza sorbe el tiempo con limón.

Y fraguando los impulsos del instinto ralo
fracturando los pedazos de espacio y escondrijos
arrebata a sus penas su incólume acertijo...
un beso -así lo quiso- y “por favor, que sea otro trago”.

Ya de pie atisbando el relincho del deseo
mide estrechos cercos entre mesas y sillas
y mira las baldosas -amanteladas cuadrillas-
y apaga las cenizas presionando el cenicero.

Y el matiz de la penumbra amortiguada en el suelo
se despliega irreverente, e insinúa sin prisa
el peso paso orgánico -trapisonda y pitonisa-
y exaspera madrugadas de disrritmias y de acuerdos.

.....
Se levantan de un espasmo el colapso de los cuerpos
-ya se quiebra el momento de quietud recalcitrante-
Institutriz agreste de andares ajenos:
es tu puerto -anclaje eterno- arrebato de un instante.

viernes, 31 de julio de 2009

Rito y Retorno

Se anuncia. Al barrer las viejas costras

del árbol nuevo

incipiente creación misteriosa:

el brote del germen siendo

a llamadas no funestas, sí con bríos

con la explosión aliciente

con la argo-luna creciente

y el sueño tras bajo velo.

Melancolía infame el encierro,

fugaz, permanente, inicuo

caudal de fuego artificio

pasos de un solo juego.

Se anuncia, y ya se acerca

se acerca sola:

amparo simple es su sosiego.

Viajera andante en recurrente andamio

son sus prisas directriz del pensamiento.

Y en el Karma omnisciente y siempre etéreo

fustiga con pandemias circulares

arremolina en inicios ya rituales

una vez más caídas en desierto.

Cae la noche y va sembrando

en el maíz entrañable

en la cornisa inviable

en desvanes sempiternos

paisajes solitarios y gestantes matrices

engendrantes matrices de humo gris y desconsuelo.

Sigue recorriendo, andante de las noches,

los espacios vacíos de tu imperio.

Gran monarca de los árboles del bosque

van barriendo costras viejas vientos nuevos.

Y hay direcciones vejadas...

son fortuna del destino: el desconcierto.

Va brotando como en génesis parcial

nuevamente el desarraigo de lo presto.

Es, se anuncia llamativa

la llegada de este embrión...

el enunciado embrionario de un regreso.

Se siente hasta tanto embrionaria la expresión

del retorno de la vida, de la vida en viro eterno.

jueves, 30 de julio de 2009

Transmutación

Transmutación

Existió desde siempre. Se asomó por fin a concretar lo planeado

después de lidiar con eternas magnitudes efímeras, instantáneas,

sin límites ni tiempo.

Desde el vientre del universo, la creación nació, trayendo

a la vida hasta entonces esotérica y espiritual

como un sentir tangible y dinámico con estímulos y tiempo,

y que reaccionaba plena de variaciones y deseos, de sobresaltos

y de esencia perdurable: el Hombre y su ser.

Existir, ése era ya el punto concreto.

La indivisibilidad entre los hombres y el afecto

los indujo a no vivir en soledad.

Entonces, como aislados no podrían nunca amar,

por el propio amor se unieron entre sí,

y se fundaron en una idea irrebatible por surgir

y surgieron y forjaron con esfuerzo la Unidad.

Pueblos fuertes, gente nueva con creatividad y lucha,

fue la que paulatinamente, mediante el orden progresaba;

la justicia divina se rebelaba ajena

a las múltiples opciones que las culturas brindaban,

y que fueron ocupando y enclavando en cuerpo y mente,

los emblemas y las leyes, y los valores del alma.

Y una estrella mágica, de pronto, a lo lejos

brilló deslumbrando a cuanto pudo y quiso.

Y esa misma luz que traía regocijo,

a velocidad mediana se comenzó a transformar:

su luz blanca y brillante había opacado los caminos,

la fe de los hombres se esfumaba y se perdía

el pueblo heterogéneo demostraba rebeldía...

la unidad de ese pueblo amenazaba con quebrar.

Y entonces cayó, como piedra al vacío

la verdad irrefutable, la oscuridad siniestra;

se cambiaron los nombres, se hablaron otras lenguas

y los hijos de todos fueron iguales a nadie:

categorías y razas en una sociedad nueva

se mezclaron verazmente, enrareciendo el aire.

Se cambió también el rumbo de un continente sereno,

pues los sueños y los rezos apuntaron a otros lados

más lejos que la línea horizontal del mar cercano

más allá de donde brotaba la fantasía,

la realidad de ayer entonces nacía:

Pachamama era ahora “el Continente Americano”.

Y se enraizaron al pleno sentir desprevenido

la evolución y el progreso, la dinámica y el cambio,

otra historia a crear, otros juegos inventados,

otros hechos que sublimes, parecían cuentos de hadas

quedando por siempre en la gente, el idioma que hermanaba

y que la tierra incorporó disponiéndola en sus cantos.

Y gimiendo como un leño al crepitar ardiente

sonriendo con la imagen de la esperanza al llegar

se irguió delante del mundo una tierra diferente

la fusión de nueva gente, la vital fuerza de andar...

Sucedió así la historia de un nuevo continente

del que América es su nombre: su reseña, libertad.